Les quedó lo puesto. Ni más ni menos. Un matrimonio de abuelos quedó prácticamente en la calle y hace poco más de un año que viene peleando por una solución, o por lo menos que le devuelvan los pocos muebles que tenían. La triste historia que padecen Julio Herrera, de 77 años, y Esmeralda Andrada, de 78, sucede en la localidad de Las Chacras, en Caucete. Allí, hace más de 30 años los abuelos vivían en una casa prestada pero al fallecer la propietaria una heredera los desalojó y el matrimonio quedó en la calle y con lo puesto.
Anastacia Vera, la propietaria, era quien les permitía vivir allí pero la mujer falleció hace unos 10 años y los abuelitos más de una vez se encargaron de buscar a los hijos para saber qué iban hacer en el terreno. La dramática situación ocurrió hace poco más de un año, precisamente el 2 de junio, para las elecciones en San Juan. El hombre partió a caballo rumbo a Caucete para votar, mientras que su esposa lo hizo en una de la movilidades que pusieron para trasladar a la gente. Las Chacras queda a 35 kilómetros al Noroeste de Marayes y a 180 de la capital sanjuanina. El matrimonio aprovechó para pasar unos días con un hijo en Caucete con la mala fortuna que la mujer se enfermó de neumonía y la estadía se prolongó más de lo pensado. Todo transcurría con normalidad hasta que el 22 de julio un vecino le avisó a Herrera que alguien había ingresado a la casa violentando los candados y sus muebles estaban todos en una galería, casi en la calle.
Esa misma noche, los abuelos en compañía de sus hijos partieron de Caucete a Las Chacras. Allí con sus propios ojos pudieron constatar que sí, Etelvina Andrada -hija de Vera- los habían desalojado y se había trasladado allí con su hija y su nieta. "Nosotros jamás hubiésemos imaginado que podía pasarnos esto. Teníamos un papel firmado por Anastacia Vera pero cuando ella murió tratamos de contactar a sus hijos para saber qué iba a pasar con nosotros, que nos arreglaran los años que habíamos estado trabajando o que nos dieran algo del terreno pero jamás tuvimos respuesta y de un día para el otro nos dejaron en la calle sin avisarnos", comentó el hombre.
Es que Herrera junto a su mujer se asentaron en ese lugar en la década del "80. Dicen que ellos cuidaban los animales y las plantaciones de la familia Vera y a cambio, los propietarios les brindaban un techo donde vivir. Cuando la mujer enviudó, vendió los animales y los repartió entre sus hijos. Mientras, el comodato se fue renovando para que la pareja continuara viviendo allí pero el único papel con el que cuentan hoy data del año 1990 y está firmado por Vera. Lo cierto es que los abuelitos siguieron con su rutina campestre en esa localidad, ya estaban solos, pues sus hijos hicieron su vida y dejaron el pueblo. La casita, típica de campo, tiene lo justo y necesario: dos habitaciones y una amplia galería, es de piedra y tiene techo de caña y barro.
"Mi papá jamás se imaginó que de un día para el otro iban a quedarse sin nada. Nunca hubo un aviso ni una orden de desalojo. Ellos se encontraron en la calle de golpe y con lo puesto porque ni siquiera los muebles pudieron sacar", expresó Ramona Herrera, hija del matrimonio en cuestión. Es que para poder retirar los muebles necesitaban de una orden judicial que con el tema de la pandemia tardó en salir y encima deben ir acompañados por un efectivo policial. "La policía dice que no puede entrar hasta el lugar por las condiciones del camino pero mi papá se ofreció en llevarlos y nunca consigue que la policía los ayude, ya no sabemos qué hacer. Ellos ya son viejitos y esta situación los tiene muy mal", comentó Ramona.
Es que ahora Julio y Esmeralda, que viven de las jubilaciones que cobran, viven en la casa de sus hijos pero según cuenta su hija, no se sienten bien. "Ellos son personas muy activas que se sienten como un peso viviendo con nosotros. Me los traigo yo un mes y después ellos mismos se quieren ir a lo de mi hermano en Caucete y así están, no se sienten cómodos porque son gente de campo, tenían su vida hecha en Las Chacras. Tengo miedo que si no tienen solución caigan en depresión. Si nosotros tuviéramos la chance de pagarle un alquiler lo haríamos pero no nos alcanza tampoco", comentó la mujer.
Leonardo Villalba, el abogado de los abuelitos, comentó que la situación es compleja, pues hubo exceso de confianza y la causa, al no tener detenidos tiene un tratamiento lento para la Justicia. "Vamos a pelear por una solución para los abuelos que actuaron en buena fe y ver si se puede aplicar la ley de la propiedad comunitaria indígena", comentó.
Lo cierto es que los abuelitos mientras esperan que les den una solución, ya aprendieron una lección y es que las palabras se las lleva el viento.