Tenía poco más de 30 años cuando, en medio de una discusión, un familiar le gritó a través del teléfono: "Sos adoptada". Se sorprendió y corrió a los padres que la habían criado para preguntarles si eso era cierto. Después de varias idas y vueltas le contaron la verdad: ellos la habían recibido cuando tenía pocas horas de nacida, en la casa de una partera, vestida con una vieja camperita que tenía colgada una medallita de la Virgen del Valle, el regalo que le había dejado la mujer que la dio a luz. Desde ese momento, Sonia Isabel Galdeano, quien hoy tiene 57 años, inició una incesante búsqueda para dar con su mamá biológica, sin embargo nunca encontró datos certeros. A pesar de eso, no pierde la fe y continúa tratando de hallar sus raíces.

"Yo había tenido algunos indicios que me hacían ruido sobre la posibilidad de que mis padres no fueran en realidad mis progenitores, a pesar de que en la partida de nacimiento figuro como hija biológica de ellos. Pero creo que inconscientemente no quería darme cuenta. Por eso, los dejaba pasar. Eso se esfumó a través de esa confesión que me hicieron por teléfono. En un primer momento mi madre adoptiva lo negó. Sin embargo, mi padre le dijo: ‘No, tenemos que decirle la verdad’", relata Sonia, quien está a punto de jubilarse después de haber pasado toda su vida profesional siendo docente rural.

Sonia cuando era pequeña.

Y continúa: "Mis padres adoptivos -quienes ya fallecieron- me contaron en detalle cómo había sucedido todo. Me dijeron que nací el 25 de marzo de 1965 en el Sanatorio Central, hoy Almirante Brown. Llegué a los brazos de mi madre adoptiva a través de una partera, que cuando supe la verdad ya había muerto. Ella le avisó a mi madre que a las 2 de la mañana de ese día había nacido una niña que deseaban dar en adopción. Mi madre fue entonces al domicilio de la partera alrededor de las 17 de ese día y allí una amiga de esa mujer fue al sanatorio, ubicado a 4 cuadras, entró a una habitación y me recibió".

La medallita de la Virgen del Valle que la mamá de biológia de Sonia colgó de su camperita.

De ese modo, Sonia llegó a la familia que la crió. "Mi madre adoptiva me dijo que cuando la amiga de la partera me entregó le contó que mi madre biológica era jovencita, que tenía unos 15 o 16 años, que era una estudiante de la provincia de Buenos Aires y que lloraba y gritaba cuando me separaron de su lado. Como único recuerdo de ella guardo la medallita que me colgó con un broche de gancho en una vieja camperita blanca", confía.

Conocer así, de sopetón, toda esa información movilizó a Sonia, que inició una larga carrera de consultas. "Fui al sanatorio para pedir información sobre las personas ingresadas a la sala de partos el día que nací. Pero como esa institución fue vendida, no contaban con los papeles. Hice averiguaciones con médicos y empleados que trabajaron en el sanatorio en esa época, pero nadie supo decirme dónde estaban los archivos. Hablé con la hermana de la partera que me entregó y ya falleció, pero me negó rotundamente que ella pudiera haber hecho una cosa así. Averigüé quién era el médico que atendió el parto, pero nunca logré dar con él porque se mudó de San Juan", dice enumerando su peregrinar la mujer.

A la vez agrega: "Hasta toqué contactos y llegué al programa ‘Gente que busca gente’ -que conducía Franco Bagnato y era emitido por América a finales de los ’90-. Salí y conté mi historia, pero no conseguí ningún tipo de información".

En medio de su búsqueda, Sonia se topó también con posibles pistas que chequeó, pero todas terminaron siendo falsas. A pesar de eso, afirma con convicción: "A esa puerta que abrí la mantengo abierta con la esperanza de poder ver, a través de ella, la llegada de la persona que me dio la vida para albergarla en mi corazón. Veo la posibilidad de difundir mi caso ahora como una nueva oportunidad".