Sigue preso. El albañil negó haber abusado de su hijastra, pero las pruebas lo complicaron y continuará en la cárcel.

 

El plan no tenía muchas complicaciones y resultaba efectivo: el albañil (de 44 años) mandaba a su mujer y a los niños a hacer alguna compra o inventaba alguna excusa para sacarlos de su casa en Chimbas, asegurándose de que la hija mayor de la mujer, de casi 11 años, se quedara con él. Cuando se iban, le hacía poner a la niña un pantalón corto, la llevaba a la cocina para que se apoyara sobre una mesa y él se colocaba detrás, a tiro de la ventana, para poder ver cuándo volvían la mujer y los niños. En el interín, manoseaba a la niña y se frotaba sobre ella hasta desahogar su depravada lujuria. Así, una vez por semana y a veces casi todos los días, hasta que la niña tuvo 16 o 17 años -la víctima dijo no recordarlo bien- y se fue de la casa. Y nunca habló, porque en principio la callaba con la advertencia de no dejarla juntar con sus amigas, pero cuando la chica le dijo que le avisaría a su mamá o su abuelo, la amenazó con matarlos a los tres.

Y el silencio se mantuvo hasta que el 30 de septiembre de 2017, la joven (entonces tenía 18 años) volvió a visitar a su mamá (ya separada del sujeto) y la mujer le dijo que los dos hijos del sospechoso habían ido a visitarlo y fue entonces que la joven terminó por confesarle todo. También se lo dijo a su novio y el 2 de octubre de ese año, denunció a su padrastro, quien fue detenido dos días después.

Ayer, durante los alegatos, la fiscal consideró que el acusado cometió dos delitos: abuso sexual gravemente ultrajante y también corrupción de menores, agravados por la situación de convivencia y por estar a cargo de la guarda de la menor. Y pidió que lo condenaran a 18 años de cárcel.

El fallo aún no es definitivo y la defensa aún puede reclamar ante la Corte.

La defensora María Noriega había pedido la absolución de su cliente (argumentó una suerte de revancha de la madre). En su descargo, al comenzar la investigación, el acusado negó haber abusado de la niña, al asegurar que trabajaba todo el día y cuando volvía, a la tarde, ella estaba en la escuela. Y en su versión tampoco pudo abusar de ella los sábados y domingos porque trabajaba haciendo pan y tortitas para vender con su entonces mujer.

Sin embargo ayer, el juez Raúl José Iglesias (Sala I, Cámara Penal) le dio parcialmente la razón a la fiscal. Condenó al albañil a 12 años de cárcel, sólo por los abusos sexuales gravemente ultrajantes contra la niña, porque consideró que no se probó la corrupción sexual.