"Hagamos un balance del pasado, como socios arruinados. Sin rencor”, dice el tango. Se va el 2018 y uno no puede resistir la tentación de hacer un balance anual. Al final, como siempre, la familia, los amigos, un éxito en el fútbol, una expresión cultural, es lo que queda en la superficie como valedero. Lo que está fuera de nuestro alcance, pero que tiene mucho que ver con nuestras vidas, constituye hoy un repaso alicaído, con respecto a las expectativas. Converso con mis conocidos, leo, veo los correos y el desánimo es general. Lamentablemente. Lo cierto es que hemos retrocedido y eso no es bueno. Es decir, que vale la pena dar un paso atrás, pero para tomar envión y dar un salto que signifique un nuevo estado de cosas, más prometedor y más acorde a nuestras esperanzas. O de las promesas de quienes aspiraban a tomar la conducción de la cosa pública. Al final, más pobreza, más indigencia, más deuda, más inflación, más injusticia, peor educación, menor poder adquisitivo, menos pymes, más trabajo informal. Parece imposible respetar los contenidos de las reglas impositivas, de las laborales y de otras cargas impuestas a la población, sobre todo a la clase media, para sostener el peso de un Estado cada vez más grande y más ineficiente. La tentación de irse a la economía paralela es atrapante, porque parece que no queda otra salida. Como la de abandonar la actividad productiva, para meterse en la financiera. Porque las rentas que hoy pagan los bancos, o los rendimientos de los bonos de un estado exhausto y ávido de ingresos, son enormes, frente al riesgo de ganar poco o perderlo todo, de quienes apuestan a generar empleo y producir.

Debo aclarar que no hago partidismo, porque nunca pertenecí a partido alguno, por lo cual no hablo sólo de este gobierno, sino también de los que le precedieron, desde hace muchos años a esta parte, diría casi toda mi vida de poco más de 70 años. Salvo pocas excepciones. Los indicadores que hoy muestran la economía, los índices de alfabetización y de calidad de vida de los ciudadanos, no son casualidad o producto de un par de años atrás. Son décadas de desaciertos, de ineficacia, de ineptitud, de gobernar sólo poniendo el ojo en la próxima elección. Fueron pocas las políticas de estado, que pusieron el horizonte en un futuro de 20 ó 30 años. Obvio, eso no sirve para ganar elecciones, porque se está enfermo de ansias de poder, de enriquecerse a costillas del Estado. Estoy descreído. Como mucha gente. Y sé que es preocupante. De todos modos, sigo creyendo en la democracia, que aún en sus imperfecciones, no se ha encontrado mejor método para la convivencia republicana. Pero fallamos nosotros, los argentinos. Sin embargo, no todo está perdido. Pienso en los chicos de la escuela EPET Nº1 de Caucete, (foto) que ganaron la Olimpiada Nacional de Construcciones, organizada por el Instituto Nacional de Educación Tecnológica; en Leonardo Nicanor Quinteros, que con 12 años de edad, en el fondo de su casa, en Las Piedritas, fundó su propia escuela y puedo mencionar otros tantos ejemplos. Termino siendo positivo, porque es una actitud que heredé de mis padres, y que cultivé en mi pequeño reducto barrial, donde el que no estudiaba, es porque trabajaba. Si había algún "vago” no era bien visto. Sería muy bueno que quienes nos dirijan, sepan dejar el camino liberado, para quienes quieren ser artífices de su propio destino. Ése, será un gobernante probo. ¡Feliz año para todos!

Por Orlando Navarro   Periodista