Lo que buscamos como comunidad es el estado de bienestar general, ya que como individuos sólo crecemos como integrantes de una sociedad que supo inculcarles a sus miembros ideas y valores que hoy parecen devorados por el personalismo egoísta de muchos dirigentes. La fortaleza de una sociedad moderna radica en la armonía que genera para compartir y practicar un conjunto de valores orientados por principios que rigen su vida. El respeto, la integridad, la honestidad, el honor, la justicia, la lealtad y la solidaridad son reconocidos como la más poderosa fuente para desarrollar códigos de conducta de las instituciones y de sus integrantes y para establecer los valores que los identifican. Su práctica es producto de la educación. La aspiración de una sociedad es convertirlos en un hábito cotidiano de sus ciudadanos. Por consiguiente, la prédica y práctica permanente hacen al hábito, mientras que el ejemplo y la instrucción en nuestra juventud son el mejor método para inculcarlos. En la actualidad, como sociedad, nos sentimos frustrados, observando con pena y disgusto, que los antivalores se han apoderado de ella. Se advierte cómo desaparece el respeto por la vida, lo ajeno, los niños, los ancianos. También se ve cómo la integridad, responsabilidad y honestidad son pisoteadas por la manipulación de la mala política y la corrupción; cómo el honor cede al oportunismo, cómo la justicia cede ante la defensa de intereses particulares y cómo la lealtad es desplazada por el servilismo y la obsecuencia. Esta situación, por demás compleja, no se arregla con discursos o buenas intenciones, sino con una gran dosis de honestidad y de capacidad dirigencial. Muy especialmente en los políticos, economistas, gremialistas, entre otros. Para que el proyecto de una sociedad de avanzada, pueda convertirse en realidad, hay que recobrar principios y valores morales que quedaron de lado con la complicidad, por acción u omisión, de buena parte de nuestra sociedad. De esta manera podremos volver a ser ese país que alguna vez estuvo entre las primeras naciones del mundo. De lo contrario, nuestro destino podrá verse seriamente afectado, ya que, "las sociedades no mueren por ser pobres, mueren por ser inmorales”.

 

Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista – Prensa Defensoría del Pueblo.