La parroquia Medalla Milagrosa del Barrio Bancario, en Capital.

El próximo martes 22 de marzo cumplirá 30 años la parroquia Medalla Milagrosa, ubicada en el Barrio Bancario. Sentí la necesidad de escribir sobre ella sin el propósito de hacer historia, si no por razones del corazón, de los sentimientos, y de las creencias. Con las debidas licencias, lo relataré desde mi percepción. Esa iglesia tiene olor a barrio, a familia, a hijos, a nietos, a vecinos. En fin, todo aquello que define a una comunidad. El Barrio Bancario forma parte de una serie de barrios que a partir de los años 70 se erigieron en los terrenos antes plagados de viñas y olivares, por donde se ingresaba por el antiguo callejón Videla, hoy Esteban Echeverría, y que solía frecuentar en mi niñez.

Primero se levantó allí el Barrio Parque Universitario, inaugurado en agosto de 1971, es decir hace poco más de cincuenta años. Después, la zona se fue ampliando hacia el sur con el Barrio Bancario, el Jardín Policial, el Municipal, San Juan y el Foeva, todos con planes del Banco Hipotecario, y se extendieron hasta calle Cabot.

Años después, por el barrio privado Los Alamos, que construyó la firma Scop y luego varios más, en la zona que va hasta la avenida de circunvalación. Se hizo una población numerosa, de matrimonios jóvenes y un inmenso piberío.

Pasado un tiempo, se fue corporizando entre los vecinos la necesidad de contar con un templo donde orar y manifestar así las cosas del espíritu. Como estaba en la zona de influencia de la iglesia de los Desamparados, un grupo de señoras enviadas por el padre Antonio Andrade, entonces párroco de aquella, interesó a algunas vecinas al rezo del rosario y poco a poco fue creciendo la necesidad de una capilla. "Sería un milagro”, señalo alguien, y bajo la advocación de la Medalla Milagrosa, comenzó a oficiar misa, en un terreno laboriosamente conseguido y bajo de un enorme pimiento, a principios de los 90, el padre Antonio.

Luego, hacia 1992, monseñor Di’Stefano, arzobispo de San Juan, designó como párroco al padre José Manuel Fernández, "Manolo". Joven, emprendedor, con un gran poder de convocatoria, fue atrayendo hacia el templo a la feligresía que cada vez era más numerosa.

Ocho años transcurrieron bajo su orientación y marcó la parroquia con la tinta indeleble de su labor pastoral. Poco a poco, detrás de la iglesia, se fue levantando un sólido edificio de dos plantas de lo que sería el colegio de la Medalla Milagrosa, de nivel primario y secundario. El espíritu de excelencia con que dotaba Manolo sus acciones, lo quiso también para el colegio, que fue atrayendo una gran población estudiantil, por su nivel académico.

En 1999 el colegio fue distinguido con el primer premio nacional a la calidad educativa, operativo de evaluación que se toma casi todos los años a escuelas primarias y secundarias, logro que después repitiera en un certamen de Matemáticas.

Su apostolado llegó al año 2000 y hoy, afortunadamente, a través de DIARIO DE CUYO, podemos ver y oír diariamente sus reflexiones. Después de Manolo, continuaron conduciendo, entre otros, el padre Antonio Andrade, Leonardo Pons, Roberto López, Jorge Rosales y Rómulo Cámpora. Cada cual aportó lo suyo para la continuidad y engrandecimiento de esa obra apostólica.

El primer sacerdote de la comunidad

El padre Diego Vera, nacido en el barrio Municipal, es el primer sacerdote salido de la comunidad y actualmente colabora en algunos oficios religiosos con el padre Pedro Orduña, que hoy es el Párroco, y que ha caído muy bien en la consideración de los fieles. Pinta para ocupar un lugar que a la postre, es de esperar, marcará también una época en la iglesia que evoca la aparición de la Virgen María a Catalina Labure, el 27 de noviembre de 1830 en París. A quien le pidió difundiera la devoción de la Medalla Milagrosa y que tanto prendió en nuestra comunidad. 

 

Por Orlando Navarro
Periodista