Los cuadernos de las coimas, el debate sobre su autenticidad y las implicancias judiciales que se suponen traerán, confrontan a políticos y empresarios, amigos del pasado, del presente y seguramente del futuro, en una trama cuasi novelesca de final abierto.

 

 

 

"La única verdad es la realidad” fue la célebre frase del general Perón en más de uno de sus épicos discursos, y la única realidad, a la vista de estos hechos de corrupción, es que la Argentina de las últimas décadas ha sido gobernada por un tridente integrado por políticos corruptos, empresarios prevendistas y sindicatos obsecuentes que bajo el formato de una asociación ilícita, cualquiera haya sido el gobierno de turno, han estructurado un sistema de poder basado en la coima, el soborno y el retorno. Un esquema armado, con la complicidad, beneplácito y lentitud de una justicia de ineptos que cada tanto intenta ponerse el traje de superhéroe con acciones más típicas de un show mediático que de una real búsqueda de la verdad y la justicia.

Desde la realidad de nuestras alicaídas economías regionales, en la lucha cotidiana para mantener operativos los empobrecidos proyectos productivos y comerciales, de los cuales formamos parte somos testigos privilegiados de cómo empresarios y políticos, aumentan en pocos años, exponencial y lascivamente sus patrimonios a la par de la construcción de mega-obras, que sin respetar los parámetros de necesidades sociales se erigen como logros icónicos de gobiernos corruptos. Mientras más grande y faraónica sea la obra, mayor es el retorno involucrado y por ende mayor su necesidad de concreción. La construcción de infraestructura improductiva, nos remonta a los tiempos de la debacle del imperio romano, en donde como pueblo parecemos solo tener necesidad de pan y circo.

El eterno proceso inflacionario, las crisis cambiarias y la inestabilidad económica general, crean el ámbito propicio para que las obras de infraestructura aseguren el retorno para todos y todas.

La participación en licitaciones con precios alejados de los del mercado, los consecuentes ajustes y reajustes en las certificaciones de obra y un estado con funcionarios lentos para controlar y pagar, pero extremadamente ejecutivos para "cobrar” son los justificativos ideales para proveer fondos a este aceitado sistema de reparto que ha caracterizado la Obra Pública Argentina.

Antiguos amigos y socios hoy parecen desconocerse ante los estrados de tribunales, el sector empresariado, apretado por la Justicia y con la piel poco curtida, para pasar tiempo en prisión, promete corroborar el mecanismo de retorno tan meticulosamente descripto en "los cuadernos”. Bajo la excusa del número de familias al que tienen que mantener en sus empresas y con el pretexto que el retorno era la única forma para poder operar con el Estado, seguramente asumirán una posición de victimización que los transformará en un verdadero dolor de cabeza para los políticos sospechados, que a partir de estos testimonios seguramente pasarán a engrosar la larga lista de políticos-presidiarios.

Ahora bien a la vista de los actuales circunstancias, en que lo burdo y grotesco tanto del mecanismo de coimas, como los montos involucrados, han puesto en primera plana una realidad conocida por todos y en mayor o menor medida no ajena a cualquier gobierno sea este municipal, provincial o nacional, es que nos debemos a la tarea de replantearnos desde su base el sistema de compras y de control del Estado, la legislación y los mecanismos mediante el cual se instrumentan las mismas.

Los sistemas de controles, como el de la UIF, el cruzamiento de datos patrimoniales y de consumos de la AFIP, y en general el cruzamiento de información económico-financiera que hoy la tecnología permite, por sí solos, no son suficientes. La verdadera solución de fondo a este gran problema nacional, está en la elección y depuración de la clase política dirigencial, los valores de honestidad, responsabilidad y vocación por la protección del bien común y social deben adquirir su verdadera relevancia, como ciudadanos tenemos la potestad del cambio en nuestro voto, es hora que pongamos en valor los verdaderos valores personales en nuestra clase dirigente.

A nivel del empresariado como sociedad debemos separar la paja del trigo, debemos identificar, denunciar y condenar socialmente a aquellos empresarios oportunistas funcionales al sistema.

 

 

Por Carlos Pujador     CPN, analista político