Se dice que en política como en el fútbol no existe la lógica, ni siquiera el sentido común, y en esos ámbitos, una suma de dos más dos, pueden resultar cinco o tres, porque hasta en la matemática se puede dar un enfoque subjetivo según los intereses. La cuestionada presencia del diputado nacional Daniel Scioli en su banca, en la sesión especial para tratar las jubilaciones de privilegio, produjo un estallido de críticas en la oposición en virtud de que el exgobernador bonaerense ha sido designado embajador en Brasil y ya actúa como tal, incluso visitando al presidente Jair Bolsonaro entre otras actividades vinculadas a la relación bilateral.
Es cierto que a Scioli lo convocó el oficialismo porque necesitaba de su presencia para completar quórum en una sesión que amenazaba fracasar por la decisión opositora de no bajar al recinto, pero sorprende que la maniobra no haya sido asimilada por el juego político que precede a las discusiones parlamentarias más conflictivas, y se llegue a la amenaza de llevar el caso a la Justicia sin analizar previamente una situación que puede ser atípica en el Congreso pero absolutamente válida desde el punto de vista reglamentario. Si hay críticas mediáticas sólo le caben a Scioli por una cuestión de ética partidaria y al Poder Ejecutivo por permitir que un embajador que todavía no ha presentado sus cartas credenciales siga actuando como tal.
Scioli no puede asumir la representación argentina en Brasilia hasta cumplir con el artículo 99, inciso 7 de la Constitución Nacional, que prevé el nombramiento de embajadores con acuerdo del Senado, pedido que ya fue otorgado por la Cámara Alta, y luego debe publicarse en el Boletín Oficial. En consecuencia la renuncia en Diputados la presentará el 2 de marzo y al día siguiente será formalmente miembro del cuerpo diplomático, según las explicaciones dadas a los críticos.
Por ello resulta un absurdo que se pretenda llevar a la Justicia el caso de un diputado habilitado en el ejercicio del cargo para utilizar su banca, y reclamar que se declare inválida la sesión donde se trataron las reformas a las jubilaciones de privilegio. Varios constitucionalistas ya salieron al cruce de la supuesta denuncia pidiendo separar la política de la Justicia con toda razón, advirtiendo sobre una anomalía inexistente porque en esos momentos Scioli era un diputado en el ejercicio de las funciones para las que fue elegido en los últimos comicios.
La cuestión se traslada más bien a los mandantes por una representación circunstancial que esta vez fue de Scioli, pero son muchos los casos de legisladores que llegaron urgidos por su bloque para que levanten la mano, aunque no tuviesen idea de lo que se votaba y menos haberse compenetrado en un tema que merece respuesta justa para el electorado.
