El liderazgo de Ernest Shackleton deja una enseñanza.

 

"Se necesitan hombres valerosos para viaje peligroso. Bajo sueldo, frío tremendo, largos meses de total oscuridad, peligro constante, retorno dudoso y reconocimiento sólo en caso de éxito". Este fue el anuncio de prensa que en 1914, Ernest Shackleton, intrépido explorador, publicaba en Londres, procurando tripulación y científicos para su viaje a la Antártida.

Así comenzó una osada aventura que se convertiría en emblema de superación ante las adversidades. El 5 de diciembre de aquel año, partió en el barco Endurence. No habían pasado 60 días, cuando al chocar contra bloques de hielo, el barco quedó varado y totalmente destrozado. Durante dos años, nadie supo de ellos. Sin embargo, gracias a la capacidad de resistencia y liderazgo de Shackleton, toda la expedición pudo sobrevivir en el hielo y volver sana y salva a casa. 

Es verdad, no logró su objetivo, y ante la mirada corta del pesimista, su proyecto sería visto como un fracaso. Pero de las memorias de ese "fracaso", quedaron las mejores lecciones de supervivencia y liderazgo efectivo que ayudan a formar el temple de los nuevos líderes.

El relato de este viaje épico, convertido en una historia de liderazgo, nos permite discernir el perfil de los líderes necesarios en tiempos, particularmente difíciles, para nuestra República. Una República, que herida por el aguijón de la desesperanza, no visualiza el camino para llegar al destino de grandeza, que nos acompaña como promesa, desde los albores de nuestra historia. 

Shackleton nos dejó algunas pistas, señaladas por Dennis Perkins en su obra "Lecciones de liderazgo": las diez lecciones de Shackleton en su gran expedición antártica (2003). Vemos dos de ellas:

1. El líder debe Inspirar optimismo y confianza, pero aferrado a la realidad. El líder que genera expectativas, prometiendo metas que sabe inalcanzables, además de ser éticamente reprochable, aumentará la desazón y descontento. Cuando nuestro osado explorador subió al Endurance, abajo en el puerto dejó baúles de demagogia y mentiras. ¿Habrían cruzado con trineos aquellos intrépidos tripulantes las heladas aguas del Mar de Weddell, siguiendo a un líder que les mentía sobre la realidad de la situación y posibilidades de éxito? Creo que es impensable. ¿Qué lleva entonces a un líder a cometer tamaño desatino? Tal vez, la respuesta debemos buscarla en el pecado de soberbia que suele instalarse cómodamente en la silla curul desde donde algunos líderes, ejercen el poder (antigua silla romana reservada a personalidades con poder público). 

2. El líder debe reforzar el mensaje de grupo "somos uno, viviremos y moriremos juntos" Shackleton tenía una consigna clara: mantener unido al grupo. La división del equipo, hubiese puesto en riesgo su supervivencia. Era consciente de que dividiendo desperdiciarían energía, generando confrontaciones inútiles. ¿Qué intención persigue entonces, aquel líder que fomenta la fragmentación? Quizás la respuesta deba buscarse en sus verdaderas intenciones: encaminar el barco a buen puerto o perpetuarse en el timón? 

Cabe aquí una reflexión final. En 2019, los ciudadanos ejerceremos una vez más el principal derecho político en una democracia: el voto. Ahora bien, Democracia es votar, pero no sólo es votar. También es reflexionar sobre la clase de sociedad que anhelamos y la clase de líderes que necesitamos: ¿Líderes con perfil caudillesco o democrático? ¿Liderazgos éticos o utilitaristas; ¿burocráticos o carismáticos?; ¿orientados a las personas o al éxito de la gestión? Al fin y al cabo, como tripulantes de este navío, somos los únicos responsables a la hora de elegir quién conducirá el timón.