"Ese era el Cholo, tipo simple, campechano, hombre del interior, artista colosal…".

 

Actuábamos esa noche en la Confitería del Casino de San Juan, salón principal del Club Español, aquella "Casa España". Nos tocó en esa velada compartir el show con el Cholo Aguirre, ya creciente artista de la música del litoral y famoso por la transformación notoria que hizo al ritmo básico del chamamé, agilizándolo y denominándolo litoraleña, las que engalanó con sus célebres ríos: primero Río Rebelde, luego Río Manso, a los que siguieron Río de Sueños, Río Ausencia, etc., y muchos más. 

Además de extraordinario compositor, fue un fenomenal cantor que incursionó en muchos géneros, porque su excelencia se lo permitía. Incluso fue cantante de la orquesta del maestro Héctor Varela.

Pero siempre recalaba en la bella música del Litoral, la que de su mano paseó por el mundo, como una novia inseparable, radicándose definitivamente en Madrid, su nueva patria desde donde rindió homenaje privilegiado a la de origen, desde que vio la luz en el pueblito de San Lorenzo, Santa Fe, desde donde Félix Alberto "Cholo" Aguirre, un día de 1928 prestigió con premoniciones de verdadero genio de la música. Y donde, al fallecer, fue cumplido por sus familiares su hermoso deseo, esparciéndose sus cenizas en el concierto andante del Río Paraná, su cuna y trofeo espiritual.

Una noche de sábado del Casino de San Juan lo conocimos, pero jamás imaginaríamos la sorpresa que nos dio. El domingo, mi madre nos despertó a horario inusual: "Los busca el Cholo Aguirre", dijo mi madre. Nos costaba creer que ese fenómeno del arte se hubiera acercado a nuestra casa a visitarnos.

Y la sorpresa fue aún mayor. Se sentó a la orilla de la cama de uno de nosotros y antes de saludar se despachó con un breve cuento humorístico. 

Ese era el Cholo, tipo simple, campechano, hombre del interior, artista colosal.

Conmueve hasta los huesos saber que un ser humano culmine su periplo por la vida esparcido en partículas de un gris final por la aventura de un río que amó y al que honró durante toda su existencia ilustre. 

El Paraná fue espada de luz en su Río Manso: "…olvídame, te lo ruego, yo soy como el Paraná, que sin detener su marcha besa la playa y se va…".

El amor siempre presente en su enorme obra, cuando se declaró de cuerpo entero en el panorama de los fértiles años sesenta con su primera litoraleña ("Río Rebelde"), sumergida en las aguas de su compinche de andanzas: "Mirando correr el río le dije casi en silencio, vas a tener que andar mucho para ganarle a mis sueños…".

El filósofo Heráclito de Éfeso sentenciaba que, porque todo fluye, nadie se baña dos veces en el mismo río. Es posible que las nuevas generaciones entiendan esta visión de la vida, aunque ignoren que en un río de nuestro Litoral eternamente se baña en sus aguas la música del Cholo Aguirre.

 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete