En menos de una semana nos encontramos con dos experiencias narrativas que emergen en soportes no convencionales como son los “screenshot” de conversaciones de Whatsapp. Recordemos también, a modo de ejemplo, la famosa historia de hace unos diez meses atrás, de la broma realizada por un hijo a su madre y la represalia de ella en continuidad con esta. Prestemos atención a estas expresiones, no con la intención de generar un juicio moral o debatir sobre el cumplimiento de las normas de la narrativa, sino para evidenciar y concientizar sobre el surgimiento de estos modos expresivos como fenómeno develante, tanto por su contenido como por la recepción masiva de los mismos.

La “pantalla única” de los celulares se ha convertido en una imagen fantasma impresa en la retina, más aún la proveniente de Whatsapp, por esto mismo no nos cuesta detenernos a leer estas historias. Esta familiaridad con la pantalla hace que se pierda la frontera entre lo real y lo imaginario del relato. 

Es interesante señalar algunas particularidades de los “screenshot”. Como por ejemplo, desconocemos a sus autores y eso no es razón para dejar de entretenernos en sus diálogos y relatos. Cada uno de estos diálogos se basan en situaciones cotidianas. No nos faltarán ejemplos de padres que aún no se familiarizan con estos medios. Esta cotidianidad del relato nos involucra convirtiéndose en un hecho común y una experiencia casi universal. Detenerse a leer 198 pantallazos equivale a un promedio de tiempo que en un libro sólo podríamos avanzar máximo dos hojas de relato, lo cual da cuenta de la agilidad de lectura de estos “sreenshots”, sin preocuparnos por las normas gramaticales ni de redacción; más aún, no hay riesgo de encontrarnos con palabras desconocidas, y en el caso de aparecer un término extraño, no es más que un neologismo, que sin tener certeza de lo que significa deducimos a partir del contexto de la conversación. Estos relatos están al alcance de todos.

 

La “pantalla única” de los celulares se ha convertido en una imagen fantasma impresa en la retina, más aún la proveniente de Whatsapp, por esto mismo no nos cuesta detenernos a leer estas historias. Esta familiaridad con la pantalla hace que se pierda la frontera entre lo real y lo imaginario del relato. Leemos como si leyéramos un whatsapp de un conocido de nuestra lista de contactos. Más de uno intentará replicarlos, y los integrará como temas comunes de conversación en reuniones de diversa índole.

¿Qué nos devela este fenómeno? Se instala en el campo de la denominada “cultura de masas”, por su expansión. Asimismo, el uso de la tecnología y la pantalla única ha polarizado el acceso a la información y recreación. Los modos, temas y el contenido, se asumen como paradigmas relacionales, modos del decir y tópicos comunes. Se constituyen como espacios de fácil acceso y de ágil consumo, responden a la dinámica de inmediatez del estilo de vida, de acción y toma de decisiones contemporáneos. Por esto mismo, se convierte en un terreno fértil en el que germinan talentos, algunos más efímeros que otros, democratizando la capacidad expresiva y receptiva sin un crítico experto en el tema.

Estos elementos evidencian algunos rasgos de una imagen colectiva de nuestro tiempo. La pregunta es ¿nos reconocemos en esta imagen o nos distanciamos para no involucrarnos? Es importante que tomemos consciencia sobre estos fenómenos y así podamos apreciar y potenciar sus cualidades positivas y reflexionar sobre los límites en nuestro actuar en relación a estas innovaciones espontáneas para no restringir nuestra propia creatividad, ni la de nuestros jóvenes y niños.

Gabriel Aravena Rodríguez  –  Profesor de Filosofía