Juan Guaidó ha logrado la primera insurrección militar desde que asumiera como Presidente delegado de Venezuela el 23 de enero. Fuerzas militares que le responden liberaron al dirigente opositor Leopoldo López, quien estaba en arresto domiciliario en su casa. Es decir, fue una operación sin resistencia. Desde un cuartel de la Fuerza Aérea, Guaidó y López, rodeados de militares, llamaron tanto a las Fuerzas Armadas como a los civiles a protagonizar una insurrección contra el régimen chavista (cabe señalar que Guaidó ya había convocado a una marcha en Caracas hacia el palacio presidencial, como fase final de la "Operación Libertad", para provocar la caída del régimen. Se adelantó un día).
Se trata de no sólo el momento de mayor intensidad opositora en los casi 100 días que ha durado la iniciativa de Guaidó para derrocar a Maduro sino también del desafío más importante contra su régimen en los cinco años que lleva en el poder. La semana pasada, el enviado especial de EEUU para Venezuela, Elliot Abrams, dijo que no se podía negociar con Maduro y que su destitución era previa a cualquier acuerdo para llamar a elecciones libres. Argumentó que ello no puede darse con él en el poder, como lo mostró la manipulación de las últimas elecciones, que falsearon mediante fraude la voluntad de popular. Esta insurrección tiene lugar cuando en el exterior comenzaba a generarse la impresión de que Guaidó estaba estancado y que la oposición comenzaba a dividirse.
Ahora, cabe la posibilidad de que Guaidó tenga éxito y que el régimen se desmorone perdiendo el apoyo militar, como se buscó desde el inicio del movimiento. Todavía es incierta la amplitud del sector militar rebelde. Guaidó espera ampliarlo movilizando a los civiles en las calles, marchando a los cuarteles y forzando el cambio de posición de las distintas unidades. Argumenta que en las últimas semanas no sólo las Fuerzas Armadas han evitado reprimir, sino también la Guardia Nacional,- policía militarizada,- quedando esta actividad en manos de los grupos paragubernamentales denominados "colectivos". Ahora se sabrá si se trató de una negativa a reprimir de los uniformados o de una táctica del Chavismo para reducir el costo internacional de la represión.
El plan opositor es que los militares tengan una posición similar a la del Ejército egipcio en 2011 provocando la caída de Mubarak, o este año en la destitución de los presidentes de Argelia y Sudán del Norte. Ello implicaría que la máxima autoridad militar, el Ministro de Defensa, el General Vladimir Padrino López, encabece la destitución de Maduro y conduzca la transición pero subordinado a Guaidó como Presidente a cargo del poder. No sería un proceso fácil la coexistencia entre ambos. Dos semanas atrás, el Consejero de Seguridad de Trump, John Bolton, exhortó a Padrino López a que impidiera la represión y pasara a la oposición, pero no tuvo éxito en ese momento.
El otro escenario es que la insurrección fracase, al mantenerse leales al régimen la mayoría de las Fuerzas Armadas y repriman a los militares sublevados y a los civiles en las calles. Es el camino que ha tomado Maduro al denunciar la insurrección como golpe de Estado. Intentará reprimir militarmente, confiando en la lealtad de los mandos medios y la tropa, como sucediera con el fracaso del golpe contra Chávez en 2002. Es posible que el triunfo del régimen se dé con derramamiento de sangre, tanto entre los militares como entre los civiles que salgan a la calle siguiendo el llamado de Guaidó.
El triunfo de Maduro daría paso a un endurecimiento de régimen la detención de Guaidó, de la dirigencia opositora y a su enjuiciamiento por "traición a la Patria", figura penal que ya ha sido utilizada para acusar al Presidente delegado y varios de los integrantes de la Asamblea. Esto llevaría a purgas dentro de las Fuerzas Armadas y la administración publica. El régimen chavista se haría más dependiente del apoyo de Cuba, Rusia, Irán, Turquía y China. Al mismo tiempo es previsible que EEUU aumente las sanciones tanto contra los funcionarios venezolanos como con la exportación de petróleo. Las elecciones libres quedarían sepultadas en este escenario y el chavismo se parecería aún más al régimen totalitario cubano. El pronóstico de la UN de que a fines de 2020 habrían dejado el país 8 millones de venezolanos seguramente se haría realidad.
Pero cabe el tercer escenario: que ninguna de las dos fuerzas en pugna tenga suficiente poder para imponerse a la otra y entonces se prolongue un conflicto armado entre ellas. Se trata de los escenarios que públicamente mencionaron en febrero la canciller canadienses y el canciller italiano. La primera alertó sobre el riesgo de que Venezuela se transforme en otra Siria, al lograr las partes en pugna apoyos internacionales enfrentados, como seria en este caso de EEUU para las fuerzas de Guaidó y el de Rusia, Cuba e Irán para Maduro. Es el escenario más peligroso para el resto de la región.
Un día antes de esta insurrección opositora, el mencionado Asesor de Seguridad Nacional de Trump dijo que Rusia debía retirarse de América Latina, en clara alusión a la presencia militar rusa en Venezuela. La detención de Guaidó puede dar paso a represalias militares de EEUU, las que fueron advertidas desde fines de enero. A su vez el enviado estadounidense para Venezuela (Abrams) insistió la semana pasada en que todas las opciones siguen abiertas en esta crisis, sin descartar la militar. Venezuela así podría convertirse en la crisis regional más grave desde la Segunda Guerra Mundial, superando a las que tuvieron lugar durante la "Guerra Fría".
Pase lo que pase, Venezuela vive horas decisivas, no sólo para ella sino para la región y los valores democráticos universales.
Por Rosendo Fraga, analista político y director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, para Infobae.