Originario de la comuna de Saint-Priest, en Lyon, Mourad Merzouki, de padres inmigrantes argelinos, es el actual director del Centro Coreográfico Nacional de Créteil. Es, también, fundador de su propia compañía: Käfig ("jaula", en árabe y en alemán), responsable de poner en escena el espectáculo Pixel, que se estrenará hoy en el Teatro del Bicentenario. El bailarín y coreógrafo francés dialogó con DIARIO DE CUYO horas previas al debut.
– ¿En el espectáculo se ve todo el tiempo la idea de ruptura?
– Nosotros no veremos al hip hop como se ve comúnmente en la calle. He trabajado sobre diferentes energías, a veces poéticas, a veces generosas, a veces acrobáticas. Sigue siendo un espectáculo de danza, el lugar de la tecnología aporta solamente la realidad en tres dimensiones. Es la impresión del espectador que tiene delante una escenografía en relieve. El espectador no sabe muy bien si es video o es el propio bailarín que empieza a bailar. En las tres dimensiones se refleja principalmente el volumen.
– ¿La tecnología es el soporte vital en este espectáculo o lo es su mensaje?
– El mensaje del espectáculo es demostrar que las nuevas tecnologías pueden estar perfectamente al servicio del arte coreográfico. Para mí como coreógrafo me ha permitido trabajar de una manera que abre nuevas posibilidades.
– ¿Pero es el artista quien se entrega del todo a la coreografía o es hacia el espectador?
– Creo que es un diálogo permanente, aquí no hay reglas. Uso el vocabulario del cuerpo para compartir con el público las emociones. Mis espectáculos no cuentan historias, sino que cada espectador se cuenta a sí mismo la historia que quiera.
– ¿Entonces, es más fácil para el espectador dejarse llevar por la ilusión que genera la puesta?
– Justamente eso, aconsejo no plantearse preguntas, directamente se siente e indirectamente se razona.
– ¿Por qué el hip hop llega a una instancia teatral?
– Es importante hacer evolucionar esta danza. Encuentro hip hop en la calle; cuando se baila, es espontáneo, pero si se queda en la calle solamente tal vez no existiría más. El hecho de que también pueda estar en un teatro nos permite mirar a la danza de otra manera y de proponer no solamente una danza de demostración, sino más bien una danza con una finalidad, con un vestuario, con luces, con música y con el potencial de llevar al género a un público más amplio, más vasto. Ahora, lo que defiendo justamente es que el hip hop debe hacer un viaje de ida y vuelta permanente, entre la calle y la escena.
– ¿Cuántos dolores soportó en este recorrido?
– Muchos. Para que el hip hop sea reconocido por las instituciones fue un trabajo de 25 años, de ver y convencer a funcionarios; pero me decían que no era una danza, que un día tenía que parar y dejar de soñar. Fue un enorme desafío para mí. Un combate de todos los días. Luché mucho para que el hip hop entre al teatro y sea reconocido como tal. Y lo logré. El arte callejero me ayudó a transformar mi vida completamente, me permitió tener una visión del mundo tal que me permitió estar en la comprensión del otro.
– ¿Pero no corre el riesgo de perder su capacidad para la crítica social?
– No, porque vengo representando a la juventud de los barrios franceses. El hecho de estar en un teatro, aun cuando en los mismos espectáculos no traigan la palabra de la sociedad, no significa que pueda construirse un arte completo.
– ¿La libertad, igualdad, fraternidad se vive realmente en Francia?
– No es fácil, pero se conserva la esperanza. Francia es un lindo país, con sus cualidades y también defectos. Como artista, mi rol es velar por la imagen de una sociedad lo mejor posible. Una juventud que hay que acompañar y que no es fácil de llevar, el combate es todavía muy largo.
– ¿Cuántas libertades faltan para que los inmigrantes vivan en paz?
– El futuro lo dirá, pero en todo caso es necesario continuar, seguir siendo creativo, hacer lo que hacemos todos los días, para que la gente de clases sociales y de culturas diferentes puedan convivir juntas y la fuerza de la cultura está ahí, porque la cultura debe ser realmente vivida por todos.
– ¿Qué puentes culturales espera construir en esta ciudad?
– Espero que mi paso por San Juan permita vivir momentos fuertes y que se vea nuestro arte y la imagen de una Francia más cercana la realidad y no como la muestran los medios. Lo interesante de poder hacer un encuentro o masterclass con jóvenes de San Juan es que se comparta, se baile y que encuentren lo que ellos mismos son y nosotros lo hagamos también. En el hip hop, la base es parecida en todo el mundo, pero cada país le pone su particularidad.
– ¿Qué le pareció el TDB?
– Es muy lindo, estoy sorprendido. San Juan es una ciudad donde todas los edificios son muy bajos y cuando entro aquí me encuentro con algo inesperado, un excelente trabajo que me llena de felicidad, al igual que a los bailarines de la compañía.