En un correo reciente recordé la visita de Luis Federico Thompson a nuestra provincia. Fue como mánager del brasileño Jossué de Moraes. Este acontecimiento provocó que en una reunión de amigos, se trajera a la mesa aspectos, para mí desconocidos, de un tiempo en que el gran pugilista vivió en San Juan. Thompson era panameño y llegó a ser campeón de su país en el año 1948. Vino a la Argentina a pelear con José María Gatica, en el Luna Park. Fue en 1952, y el “Mono” se aprovechó de un rival muerto de hambre y de frío. Lo noqueó en el octavo round. Pero a resultas de esa visita, Thompson decidió quedarse. Se encariñó con Buenos Aires. Su estilo veloz, fuerte y de lucidos movimientos, hizo que se ganara un lugar entre los aficionados. Pronto se nacionalizó argentino. Realizó memorables peleas, entre ellas, con el invicto Juan Carlos “Puma” Riveros. Este púgil, de 24 peleas tenía 23 ganadas por knock out. Thompson lo demolió con su boxeo fuerte y ágil a la vez. Entre otros rivales, cabe mencionar a Jorge Fernández y al mendocino Cirilo Gil, a quien le arrebató el título de campeón argentino de los welter en 1958. Luego logró el título sudamericano ante el uruguayo Jorge Peralta.

Thompson no era muy aficionado al gimnasio, le gustaba la noche, el trago, los amigos. Decía que subir al ring era la mejor receta para estar en forma. Entonces combatió seguido y en cantidad de peleas, más de 150. Sólo fue superado por el legendario Andrés Selpa.

Recuerdan los memoriosos que el 7 de diciembre de 1958 le había ganado en Tucumán a Juan Carlos Velárdez, y se fue de “farra” dos noches seguidas. Desde el Luna Park lo convocaron de urgencia, pues le habían conseguido una pelea nada menos que con el campeón del mundo de esos momentos, el norteamericano Don Jordan.

La pelea sería el 12 de diciembre, es decir cinco días después. A pesar del escaso tiempo de recuperación, Thompson (foto) le dio una gran lección de boxeo al campeón. Lo noqueó en el cuarto round. El “negro”, se ganó el derecho a jugar en las grandes ligas.

Fue así que vinieron dos duelos tremendos con el cubano Benny Kid Paret, aquél que muriera luego de una pelea con Emile Griffith. La primera la dieron empatada y la segunda, por el título del mundo, en 1960, fue ganada por el cubano en discutido fallo. Fue lo más alto que pudo llegar.

Y como señalé al principio, en un recuerdo que debo a mis amigos “Beto” Naveda y Cayetano Silva. Thompson recaló en San Juan. Aquí cultivó una profunda amistad con Federico Guerra, aquel combativo boxeador sanjuanino que también llegó a pelear con el “mono” Gatica. Dicen que se hicieron compadres y habitués de la noche sanjuanina. Ello no impidió que anduvieran por todo el país peleando con frecuencia. Dos “cumpas”, dándose de lo lindo en ignotos cuadriláteros.

Luis Federico Thompson brilla entre las estrellas más refulgentes del boxeo nacional. Este recuerdo va en su honor y de los amantes del buen boxeo.