Dando por sentado que la vuelta al FMI traerá acarreado un mayor ajuste a la población, las proyecciones sobre el bienestar personal y las consecuencias sobre la provincia que acarreará el acuerdo del actual gobierno son pesimistas. Ni que hablar de pensar siquiera en realizar algún tipo de inversión.
La mayoría encuestada considera que el rumbo económico va a empeorar a partir de ahora, pese a que hay economistas y empresarios que aseguraron que aún con los ajustes previstos Argentina va a crecer, menos, pero va a crecer este año. Sin embargo la percepción local dice lo contrario. La gente encuestada considera en su mayoría que el actual escenario impactará de forma negativa en la provincia. De hecho, la Nación ya anunció un ajuste importante en la obra pública que puede causar un freno en el nivel de empleo, y si bien aún no informó a qué provincias afectará, hay gran incertidumbre local sobre obras de saneamiento y agua potable firmadas hace pocas semanas con la Nación, como también en obras viales tales como la ruta 40, por ejemplo.
Nueve de cada diez encuestados no piensa hacer inversiones.
Pasando al plano personal, y en sintonía con el panorama anterior, casi un 90 por ciento ven negativa su situación económica. Dicen que igual de mal o empeorará, y apenas un 2 por ciento se anima a pronosticar que va a mejorar, ante las actuales circunstancias.
La principal preocupación, ante la proximidad del invierno, será el gasto en calefaccionarse, que se sumará a la escalada inflacionaria que traerá aparejado el aumento del dólar en los últimos días. Eso sin duda ya esta impactando en los precios, especialmente en los de la canasta básica y la medicina que son los que menos se pueden resignar cuando se ajusta el cinturón. Un sondeo realizado esta semana en supermercados indicó subas del 2 al 8 por ciento, que trepan al 10% en artículos de limpieza. Así, con plata que cada vez alcanza menos para comer y mantener el hogar, casi nadie piensa en realizar inversiones, hacer plazos fijos o ahorrar en dólares.
Por Antonio De Tommaso
Los eternos ajustes
Todo indica que el argentino tiene una amplia experiencia en crisis, péndulos que van y vienen. El poder de adaptación es realmente sorprendente.
Los más pobres cuentan con una amplia experiencia en el trabajo cotidiano de la sobrevivencia.
La clase media lo padece de manera más intensa. No obstante este es el segmento social que pidió con su voto a Macri la quita de subsidios, el no pago de los impuestos a la ganancia en sus salarios, la liberalización del dólar y la reducción de la inflación. Es el mismo grupo que hoy con un dólar liberado y subsidios eliminados, pero con inflación e igual carga impositiva, manifiesta encontrarse en ajustes a un límite exasperante.
La actual encrucijada es tal cual lo tituló el Diario El País de España "el pedido de ayuda al FMI es la historia de un fracaso", en alusión a las cíclicas crisis de la Argentina. El País insistió en que el principio de acuerdo "supone el pago de un altísimo costo político para (el presidente Mauricio) Macri, al frente de un país que durante años acusó al Fondo de estar detrás de ajustes salvajes y grandes crisis económicas".
En el auge neoliberal cada cual trata de salvarse como puede. No es época de solidaridades ni del bien común. Quien tiene un trabajo intenta "durar" lo más posible. Quien tiene un ingreso que le permite la subsistencia pretende mantenerlo como el más conservador de los animales que habitan este planeta. Quien tiene un poco más actúa de forma semejante. Son épocas de cacerías en medio de la sequía.
A esta altura, hasta el argentino mínimamente informado sabe que el préstamo del FMI implicará reformas estructurales, diciéndonos que es para lograr un crecimiento más vigoroso, sostenible e inclusivo, y también sabe que esto traerá aparejado la apertura de la economía al comercio internacional, reducción del gasto dirigido a las obras publicas como agua potable, cloacas, gas, caminos, vivienda y ajuste del mercado de trabajo: o sea más despidos y menores sueldos.
A esto cada argentino con algunos años ya lo ha vivido en forma reiterada. El ajuste ya lo ha comenzado a sentir prácticamente el 90% de los sanjuaninos, no sólo reduciendo el consumo de luz o gas, sino reduciendo los medicamentos, lo cual es en la práctica un suicidio.
También hemos vivido que quien no acuerda con todo este paquete es acusado de ser un sedicioso mal parido, que lo único que pretende es que el gobierno se caiga.
La provincia de San Juan también padecerá las consecuencias. Quiera o no el gobernador.
El neoliberalismo se sostiene avasallando el federalismo y exigiendo a los más pequeños y a los más pobres un sacrificio mayor que los demás.
Todos sabemos que San Juan no es Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba. Por lo tanto es fácil suponer lo que nos espera junto a las demás provincias chicas.
La desesperante coyuntura implica un gobernador con actitudes prudentes hacia afuera y hacia dentro. Que pelee racionalmente para que el impacto sea el menor. Cuando viene un huracán no es conveniente pararse solo y hacerle frente, pues si así fuere lo más probable es que se "lo lleve puesto". Por eso hoy la situación exige estar todos juntos para que los perjuicios sean los menores posibles.