Las manifestaciones públicas con acciones delictivas son tan comunes en nuestro país que forman parte del mensaje hostil de sectores que crean el caos para imponerse en la convivencia democrática y torcer la mano a los políticos. Nada es casual ni espontáneo, porque estos ataques se nutren de mano de obra especializada, bien entrenada, caso de barras bravas y militantes de la izquierda revolucionaria.

El vandalismo contra el Congreso de la Nación, el jueves pasado, al debatirse el acuerdo con el FMI, no se diferenció de la batalla campal que en el mismo tuvo lugar el 18 de diciembre de 2017, intentando frenar la reforma previsional del gobierno de Mauricio Macri. Las 14 toneladas de piedras recogidas entonces, al limpiar el lugar, dan cuenta de una logística bien aceitada que se repudia en declaraciones pero se alienta bajo la mesa.

Esta vez cambió el libreto pero no la táctica, al estallar la interna del Frente de Todos, incentivada por el kirchnerismo a través de La Cámpora, con acusaciones al Gobierno nacional por no prever ni frenar los disturbios con proyectiles que alcanzaron el despacho de la vicepresidente, victimizada al mostrar una filmación del momento preciso de los destrozos en su despacho y la solidaridad del entorno obsecuente.

La organización que responde a Máximo Kirchner cuestionó el "silencio" del Gobierno frente a la pedrea y los ministros de Alberto Fernández salieron al cruce, aunque se defendió la decisión de no vallar el edificio símbolo de democracia, donde Cristina también se debió hacer cargo de la seguridad y tomar medidas en ese sentido. Pero prefirió colocar cámaras donde recibió los proyectiles, mientras la inefable seguidora Fernanda Vallejos a hablado del "atentado a Cristina".

Paradójicamente desde este sector siempre aplaudieron las piedras lanzadas contra la democracia cuando las ideas no coincidían por mezquindad ideológica. El giro muestra la derrota de Cristina y La Cámpora, ante el triunfo del Gobierno de Fernández y la responsabilidad institucional de la oposición, que acompañó el entendimiento con el FMI para bien del país.

Las diferencias políticas en el Frente de Todos, hasta llegar a rupturas explícitas, están lejos del consenso alcanzado en la Cámara de Diputados, que sin duda se trasladará al Senado porque los intereses de la Nación están por encima de la puja por un poder político mal concebido que finalmente estalló.