La historia criminal del mendocino Ángel Alberto Bustos (31 años) dirá que el 2 de septiembre de 2012 mató de 4 cuchillazos en Lavalle, Mendoza, a Heraldo Guzmán Villegas (71 años, remisero) con quien se disputaba el amor de una prostituta.
Y que al ser liberado por no tener sentencia al cabo de 2 años de estar preso, se fugó el 9 de enero de 2015 a San Juan con su mujer y sus 3 hijos, y consiguió alojamiento gratis en la casa de Caucete de dos hermanos, los ancianos Emilia Jacinta y Ramón Quinteros.
Allí agregaría otro capítulo trágico a su historial, porque la madrugada del 5 de abril de ese año, al cabo de una noche de alcohol y drogas, se metió a la pieza donde dormía la anciana de 86 años, la asfixió con una almohada, le quebró la tráquea estrangulándola y también varias costillas cuando se montó sobre ella decidido a darle fin.
Y después la arrastró unos 80 metros hasta fondo de la misma propiedad y le prendió fuego.
Todo parece indicar que el móvil del crimen fue porque a Bustos (o Narváez Bustos, según el expediente) le molestaba que la mujer se durmiera con la radio encendida. Ese comentario lo habría hecho el propio homicida en el penal de Chimbas, dijeron fuentes judiciales.
Por el crimen en Mendoza le condenaron a 18 años de cárcel. Y ayer, los jueces Silvia Peña Sansó de Ruiz, Juan Carlos Caballero Vidal (h) y Raúl José Iglesias (Sala I, Cámara Penal) adhirieron al pedido fiscal Gustavo Manini y lo condenaron a prisión perpetua por matar con alevosía: entendieron que Emilia no pudo defenderse: dormía y encima estaba muy debilitada (probablemente anémica) y tenía una prótesis de cadera que la obligaba a usar bastón para caminar.
Si el fallo queda firme, el mismo tribunal unificará ambos castigos, porque en Argentina no se puede cumplir dos penas en simultáneo.
La madrugada, luego de que Bustos matara a quien le había dado alojamiento e incluso alimentos a su familia, se acostó a dormir. Y al otro día salió a buscar a la víctima junto a sus familiares, como si nada. Ayer negó haber sido autor de ese indignante crimen, pero las pruebas jugaron en su contra.