
Señor director:
Donde hay sol también hay oscuridad. Y en esa oscuridad lenta y progresivamente se esfuma el deseo de nuestros mayores de una patria. El 27 y 28 de junio pasado se cumplieron cincuenta y cinco años del más infame atentado de los muchos que sufrió la Nación. En esa fecha, trágica por cierto, fuerzas de la oscuridad echaban de "prepo” de su cargo al Dr. Humberto Illia. Su "delito”, ser el más virtuoso presidente de los argentinos. Como el sol, su luz y fuerza cívica iluminaban y llenaban de vida hasta el último rincón de la patria, llevando honestidad, reconciliación, trabajo, progreso, igualdad, solidaridad y la esperanza de un dorado futuro para todos por igual. No fue. Medio siglo después.
Como es histórico, cada quebranto nacional que nadie investiga fue y es saldado con más entrega del patrimonio nacional, fraudulentas e impagables deudas y, claro está, con ajustes tras ajustes a cargo de los grandes sufrimientos de una indefensa y cada vez más empobrecida población. Ahora bien, ¿cómo se llegó a esto si el pueblo argentino, fruto de un genial crisol de razas ya consagró en su intimidad el máximo logro de la moral: unificar la humanidad; lideró la gesta emancipadora americana y, por si fuera poco, fraternalmente dio techo, trabajo y comida a una masiva inmigración de carentes europeos? Pero… ¿qué otra cosa se podía esperar de esta despreocupada sociedad actual que, lejos de profundizar su venerable historia y honrar el legado institucional del Dr. Illia, alegremente se ocupa de exaltar dentro de la inmoralidad una nueva moral: "Roban… pero hacen obras”?
Únicamente la democracia participativa puede rescatar del profundo abismo adonde premeditadamente fue arrastrado el pueblo argentino para poderlo saquear y entregarlo al extranjero expoliador. ¿Se entiende ahora por qué fue destituido el venerable Dr. Illia?
Hugo César Navarro
hugonavarro45@hotmail.com
