Los cuatro países fundadores del Mercosur, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, suspendieron ayer indefinidamente del bloque a Venezuela, por romper el orden democrático, en una sanción política que no afecta el comercio pero que provoca el ‘aislamiento‘ a todos los derechos y obligaciones de la nación caribeña en el acuerdo sudamericano.
En declaraciones radiales, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, dijo que a su país no lo van a sacar ‘jamás‘ del Mercosur, en una entrevista poco antes de que el bloque anunciara en Brasil la suspensión indefinida de la nación caribeña.
La suspensión del Mercosur se levantará ‘cuando se restablezca el orden democrático, la liberación de los presos políticos, la restauración de las competencias del Poder Legislativo, se retome el calendario electoral y se anule la convocatoria a la asamblea constituyente‘ electa el domingo pasado por iniciativa de Maduro, señala la declaración de los cuatro cancilleres del bloque reunidos en San Pablo, Brasil.
La Asamblea, que debe reformar la Carta Magna, es la última herramienta pergeñada por el oficialismo para generar un suprapoder bajo su control con autoridad para disolver el Parlamento con mayoría opositora; disponer el cierre de la Fiscalía General crítica de esa medida y arremeter contra la dirigencia disidente.
La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) tomó ayer, en su primera sesión, una determinación clave con el anuncio de que deliberará por dos años.
‘Estamos aquí para decir que en Venezuela no hay democracia; basta de represión, restaure la democracia‘, dijo el canciller argentino, Jorge Faurie, tras la reunión extraordinaria de los ministros de Relaciones Exteriores realizada en la sede de la alcaldía de San Pablo, en virtud de la presidencia protémpore que ostenta Brasil.
‘En los términos del Protocolo de Ushuaia, los cuatro países decidieron por unanimidad suspender a Venezuela del bloque por la ruptura del orden democrático, la sanción máxima prevista en el documento. La suspensión de Venezuela fue aplicada en función de las acciones del gobierno de Maduro y es un llamado para el inmediato inicio de transición política y restauración del orden democrático‘, afirma el comunicado conjunto.
Además de Faurie, participaron de la reunión los cancilleres de Brasil, Aloysio Nunes; de Paraguay, Eladio Loyzaga; y de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa. La sanción más alta aplicada a un miembro del Mercosur tiene carácter ‘político‘, por lo que no afectará el comercio ni las exportaciones ni las relaciones de intercambio entre los países, aclaró el canciller brasileño.
Venezuela ya estaba suspendida del Mercosur por asuntos administrativos -no haber cumplido términos del Protocolo de Adhesión- desde diciembre pasado, pero ahora el tono fue político, eliminando derechos y obligaciones.
El documento indica que el Mercosur utilizó el debido proceso con el Protocolo de Ushuaia para suspender en base a la cláusula democrática a Venezuela. El motivo principal fue la elección de la Asamblea Constituyente. Los cancilleres aclararon que la medida no tiene sanciones económicas.
‘A Venezuela no la va a sacar nadie del Mercosur. Unas oligarquías golpistas como la de Brasil o unas miserables como la que gobierna Argentina podrán intentarlo mil veces, pero siempre estaremos ahí‘, aseveró en declaraciones a la argentina Radio Rebelde. Venezuela atraviesa una de las peores crisis de su historia. A la recesión económica se le suma una ola de protestas antigubernamentales que acumula 100 muertos.
Agencias
El ‘coraje’ uruguayo
El canciller argentino, Jorge Faurie, destacó ayer el ‘coraje‘ del gobierno de Uruguay por haberse sumado al consenso del resto de los países del Mercosur para apoyar la suspensión de Venezuela del bloque suramericano.
Además, en diálogo con los corresponsales de los medios argentinos en Brasil, el canciller alertó sobre el aumento de venezolanos que pueden llegar a la Argentina en caso de que agudice la crisis en el país de Nicolás Maduro.
‘Hay que reconocer que es una actitud de coraje por parte de Uruguay‘, dijo Faurie. El canciller argentino desestimó la posibilidad de un grupo de países ‘amigos‘ identificados con cada lado para negociar y apostó a interlocutores que puedan tener influencia real entre las partes, como el Vaticano o Cuba.