Mil partidos, más goles, más magia. Todo, siempre todo y en una sola camiseta: la 10. La de Lio Messi cada vez más inmensa, cada vez más venerada. Con ese plus de los que son distintos, de los que son leyenda. De los nacidos para trascender siempre, aunque golpeados en algún momento, pero con esa impronta que los levanta de la nada. Que hace conmocionar a un país, que nubla los ojos de muchos, que siempre entrega algo más. Y ese más, es fútbol. En su esencia, en su matriz más pura, con el potrero en la mano.

Y, claro, en el que puede ser su último Mundial, el capitán tenía que ofrecer su obra maestra. En su partido 1.000, decidió sacar todo su repertorio. Primero, para abrir el camino ante el incómodo Australia, después para ir por la liquidación decisiva en el final mostrando las razones para ser el mejor, en todo sentido. Lúcido, atrevido. Intenso y generoso después para entregarle a Lautaro Martínez ese gol que tanto necesita. Una muestra en cancha de la conducción que un capitán debe tener: jugando, mostrando el camino.

Fue, en este Qatar 2022, la mejor producción de Messi hasta ahora. Había arrancado con gol y amargura ante Arabia, luego fue clave contra México para hacer ese primer gol que abre partidos. Y contra Polonia, probó ese trago amargo que solamente los grandes en serio asimilan en silencio para seguir aprendiendo siempre. Y claro, era el partido 1.000 de su enorme trayectoria y Messi decidió dejarlo escrito para la historia: un gol, asistencias y un show aparte. Inolvidable. Para que todos los argentinos que estuvieron en ese estadio, con el tiempo le cuenten a sus hijos y a sus nietos, que el 3 de diciembre del 2022 vieron una clase magistral del gran 10. Arrancó sereno. Buscando entrar en ese circuito de toque corto, veloz y profundo con Papu Gómez, Fernández, Mac Allister y De Paul. Se metió en ritmo de partido y cuando parecía que Australia le había encontrado la mano a la propuesta argentina, decidió hacer magia. Una definición quirúrgica abrió el partido y Messi lo sabía. En el complemento, más activo todavía, el 10 empezó a tener todo el control del juego. La pidió, resolvió, habilitó. Cada toque, cada amague, fue en función ofensiva para Argentina. Había soltado todos sus genios y quería más. Con dos goles arriba, había invitación para resolverlo con lujo. Pero el capitán decidió que había que mostrar los dientes. Y así fue. Retrasado, buscando la pelota, Messi fue por la resolución definitiva del pase a Cuartos de Final. Más aún cuando Australia descontó de rebote. Ahí fue furia del 10. Encaró a todos, arrastró a todos. Quería ese gol 10 en mundiales con Argentina pero también le sobraba liderazgo para que Lautaro convirtiera. Todo, en una sola camiseta: la 10.

 

  • ‘Pasamos y era lo importante’

"Pasamos, que era lo importante", resumió Messi apenas terminado el partido en el estadio Ahmad bin Ali. "Era un partido que estaba controlado y hacen un gol de rebote y en la última que saca ‘Dibu’ sufrimos, pero lo importante era pasar y lo conseguimos. Era un partido difícil", analizó. "Pero dimos un pasito más hacia adelante en un partido complicado que sabíamos que iba a ser así", añadió. Sobre el apoyo de la gente, el astro rosarino destacó que es "impresionante" el aliento. "Por eso queríamos estar acá, por la gente, es un pasito más y ahora viene otra parada difícil", reconoció sobre el enfrentamiento del próximo viernes con Países Bajos por cuartos de final.