Concentración, técnica y habilidad son algunos de las coordenadas claves para el desarrollo de una partida de metegol, uno de los juegos que supo estar entre los más populares de Argentina y que en la actualidad concita competiciones en todo el país, incluso a pesar de que sus impulsores consideran que esa práctica se "redujo" en los últimos años por factores económicos, técnicos, culturales y la irrupción del gaming.

"Estamos mal en cuanto al desarrollo del deporte y eso se debe a diversos factores: económicos, que dificultan la producción y la adquisición de canchas de metegol; de oferta, ya que no se ven metegoles en bares o clubes como antes, lo dificulta su difusión entre los más chicos; y culturales, ya que muchas personas no ven a este juego como un deporte", afirmó Rafael Colaso, presidente de la Asociación Argentina de Fútbol de Mesa (AAFM), que organiza competencias a nivel nacional desde 1997.

Colaso se inició en el deporte hace más de 40 años, aprendiendo en los clubes de barrio y los bares de la localidad bonaerense de Zárate, de los jugadores más experimentados.

"Al ser un deporte alternativo, todo cuesta el doble, no sólo el viaje a los torneos internacionales sino también en darle difusión a esta gran actividad", destacó el dirigente.

La AAFM integra desde 2018 la Confederación Argentina de Deportes (CAD), la Comisión de Deportes Alternativos de Argentina (Codasport) y el Consejo Argentino de Deportes Alternativos (Cadalt).

Según informaron desde la asociación, en el país hay "más de 1.000 competidores" que disputan diferentes torneos que se realizan en provincias como Salta, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Río Negro, Mendoza y San Juan.

El metegol es un juego creado en Inglaterra en 1922 por Sealer Thorton, quien lo imaginó viendo un partido de fútbol con una caja de fósforos en la mano, aunque en Latinoamérica lo introdujo el español Alexandre Campos Ramírez, conocido popularmente como Alejandro Finisterre, militante anarquista, inventor, editor y poeta, a mediados de la década del 40, cuando se exilió en Ecuador escapando de la dictadura franquista.

Este juego no tardó en ser popular en el continente americano, y su mayor auge en el país fue en la década de los ’60 y ’70, debido a la comercialización masiva de canchas de metegol y como punto de atracción de diferentes clubes, bares y kioscos de barrio.

La partida de metegol profesional se juega en una cancha de madera, de un 1,10 metros de largo por 80 centímetros de ancho, con muñecos de polietileno de diez centímetros de alto, con ocho barras en total y un sistema táctico que componen, por equipo, un arquero, tres defensores, cuatro mediocampistas y tres delanteros.

Los campeonatos mundiales de metegol son organizados por la Federación Internacional de Fútbol Mesa (ITSF). Previo al inicio de un torneo, la cancha es lustrada con un aceite especial, con el fin de mantenerla en perfectas condiciones. Las barras son aceitadas y las manijas, forradas con un cinta tipo "grip" (agarre) para su uso. A su vez, los veedores controlan la horizontalidad de la cancha con un nivelador, para que haya paridad entre los jugadores y ninguno se beneficie con alguna inclinación.

Previo al partido, los jugadores deben saludarse protocolarmente y participar del sorteo para la elección del lado.

Una de las reglas principales que más se destaca es la "prohibición del molinete", una jugada que consiste en la rotación en 360° de una de las barras con el fin de despedir la pelota con más fuerza.

"El molinete es peligroso porque la velocidad y la fuerza con la que viene la pelota puede lastimar a los jugadores", afirmó Colaso, quien también consideró a esta jugada como "inútil, para jugar porque no es efectiva para hacer goles".

 

Italia 2024, la cita

La próxima competición internacional de metegol se jugará en 2024 en la ciudad italiana de Catania, en donde los argentinos esperan poder llevar a "la mayor cantidad de jugadores posible".