PRIMERA NOTA

La ciencia es uno de los temas más interesantes que facilita que las personas sepan acerca entre ellas y su medio. Los niños son amantes de la diversión y, sobre todo, muy curiosos en relación a su entorno: hacen demasiadas preguntas y quieren saber más y más sobre las cosas que les fascinan. Son curiosos por naturaleza y la ciencia alimenta esa curiosidad y les proporciona aprendizajes valiosos. A través de ella, los niños hacen observaciones, recopilan información, formulan preguntas y usan el pensamiento lógico para llegar a una conclusión.

El niño quiere descubrir la realidad de los hechos y estos al ser descubiertos, deben a su vez guiar el uso del método. El método científico sigue el camino de la duda sistemática, metódica que no se confunde con la duda universal de los escépticos que es imposible. El método científico es la lógica general tácita o explícitamente empleada para dar valor a los méritos de una investigación. Así, gran parte del crecimiento intelectual y espiritual de un niño depende de tres factores claves: la educación, la experiencia y el medio ambiente.

El método científico significa para el niño escolarizado algo así como el camino hacia el conocimiento. Aquello que realizamos para conseguir solucionar un problema que nos plantea la naturaleza. Imaginemos que estamos en la cocina y se nos cae al suelo una taza. Empezamos a plantearnos una serie de preguntas ¿Por qué se me ha caído de las manos la taza? ¿Por qué la taza cae hacia abajo y no hacia arriba? Y respondemos: se me ha caído de las manos debido a que supuestamente no la he tomado con fuerza.

Lo que estamos haciendo es observar el mundo que nos rodea, razonar lo que vas a probar y evidentemente probarlo. Esto es básicamente emplear el método científico. El método científico empieza con la observación. Observamos el mundo que nos rodea. Con todos nuestros sentidos y todas aquellas herramientas que hemos podido inventar y desarrollar (balanzas, microscopios…).

Imagina que te levantas de la cama por la mañana y ves, cerca de tu casa, que hay un árbol caído. Estás haciendo una observación. Observas como es el árbol, si hubo viento o no aquella noche. La pregunta es obvia: ¿por qué cayó el árbol?

Cuando vemos algo que nos llama la atención, solemos preguntarnos cuáles fueron sus causas. Esto nos lleva al segundo paso del método científico el planteamiento de la hipótesis. Entonces, la definimos: la hipótesis consiste fundamentalmente en una idea o conjunto de ideas capaces de dar sentido a nuestras observaciones. Cuando proponemos una hipótesis lo que hacemos es proponer las razones por las que suponemos que se ha producido un fenómeno concreto. Ésta puede que sea acertada o no, pero nosotros creemos que es la correcta. Pero para formular una hipótesis empleamos normalmente dos razonamiento: el inductivo y el deductivo. En el razonamiento inductivo, se trata de buscar una respuesta basándose en los conocimientos de que ya se dispone. A modo de información fue Francis Bacón quien en el año 1620 tuvo la idea de aplicar este tipo de razonamiento al método científico.

El razonamiento deductivo consiste en descartar todo aquello que no pueda ser cierto; por lo tanto lo que queda deberá ser la verdad, demuestran que se ha seguido un proceso lógico. Sin embargo, las premisas no ofrecen evidencia que pruebe la veracidad de las conclusiones. Tomemos en cuenta el siguiente ejemplo: Cuando hace frío, mi mamá usa su bufanda favorita. Hoy hace frío. Por lo tanto, mi mamá usará su bufanda favorita hoy. La línea de razonamiento que se sigue es correcta. Sin embargo, no se sabe si es cierto que "hoy hace frío". Si la persona que ha enunciado la deducción está mintiendo, entonces la conclusión no puede ser más que incorrecta. El siguiente paso en la aplicación del método científico consiste en realizar una prueba o pruebas para validar o rechazar nuestra hipótesis. Esta prueba lo hacemos con nuestros experimentos.

 

Por Mario Correa D’Amico
Profesor, filósofo, pedagogo, investigador en antropología social.