La Argentina está comenzando a transitar un camino peligroso, parecido al de Venezuela, con hechos como el acontecido el jueves pasado, en ocasión de intentar el tratamiento de la reforma jubilatoria en el Congreso Nacional. La violencia que reinó tanto afuera como adentro del recinto representa una de las peores imágenes que un país democrático pueda ofrecer y constituye una grave alteración del orden institucional en el que nunca se debió caer, por el antecedente que esto implica en el futuro tratamiento de temas trascendentales para la Nación.

El Poder Legislativo es el ámbito natural para el tratamiento de las leyes y como tal debe ser preservado de cualquier intento de avasallamiento por parte de grupos organizados como los que se vieron actuar, con técnicas de disciplina militar, en la convulsionada jornada. Las fuerzas de seguridad dispuestas alrededor del Congreso no tuvieron más remedio que repeler la avanzada, lo que fue calificado como represión, un término muy popular usado cuando se quiere hacer creer que el uso de la fuerza fue injustificado y fuera de lugar.

De acuerdo a lo que pudo observarse los revoltosos fueron los de siempre: Provenían de agrupaciones de extrema izquierda, militantes de organizaciones kirchneristas como “La Cámpora”, del sindicalismo y de otros sectores opositores al Gobierno, como el “massismo”. Todos ellos ganaron la calle con un solo objetivo, llegar hasta el Congreso e impedir el tratamiento de la reforma de la ley previsional. No les interesó de que la tarea de discutir en el recinto la conveniencia o no de una ley les corresponde exclusivamente a los legisladores, como está debidamente establecido en la Constitución Nacional. Y apostaron a crear conmoción para que la sesión fuera levantada, un antecedente muy poco afortunado que demuestra hasta que punto se intenta alterar el orden institucional del país.

Es preocupante también que estos grupos revoltosos se trasladaran hasta la ciudad de La Plata, para irrumpir en la legislatura bonaerense en otro intento de desestabilización.

Cada una de estas acciones fueron acompañadas por actos de vandalismos que se suscitaron durante y después de la movilización en el centro porteño, con la rotura de vidrieras, saqueos de negocios y pintadas de edificios y monumentos públicos. Otra muestra del descontrol y caos al que se quiere arrastrar a la Nación, rememorando una etapa a la que no debemos volver bajo ninguna circunstancia.