Señor director:
Más allá de las pesadas bromas y el oprobio para la comuna de Rawson creo que el artista no interpretó la historicidad del momento a plasmar en la piedra (El Cruce de los Andes). Es una obra extremadamente cara, que ha molestado a mucha gente por su poca emotividad, por el desgraciado formato. No se le ve lo “contemplativo ni único”, no nos podemos dejar engañar. Yo quiero ser muy seria en esto: mi disconformidad radica principalmente en que no se le ha dado la fuerza histórica que el Cruce de los Andes merece, consolidando el monumento por empezar en un lugar que no es el más apropiado. Es una mole sin sentido, con una caravanita insulsa y triste, de figuritas de lata en la altura. Esto no condice con la realidad. No detenta la bravura de nuestros soldados, no habla del esfuerzo y las agallas, no dice nada. Es patéticamente una broma que da para miles de bromas. No sólo porque no es representativa del sentir de mucha gente.
Piedra que no es nuestra piedra montañosa, formato que no es el de la tierra, que muchos funcionarios lo transitaron emulando el cruce más de diez veces.
No significa ni grandeza, ni emoción, ni gloria, ni orgullo ni nada. Y cuando algo carece de significado ¿para qué nos sirve?
