Tras un año de grandes figuras, Mozarteum San Juan concluirá su 35ta. temporada el viernes próximo. Y para el cierre de telón programó una función digna de alquilar balcones: la Sinfonía Nº 9 en re menor, op125 “Coral”, de Ludwig van Beethoven interpretada por solistas del Teatro Colón y de la provincia -la soprano María Belén Rivarola, el tenor Fermín Manuel Prieto, el barítono Alejandro Meerapfel y la mezzosoprano Romina Pedrozo-, la Orquesta Sinfónica y los coros Universitario (dirección de Jorge Romero) y Vocacional de la UNSJ (dirección de José Domingo Petracchini), todos bajo la batuta de Emmanuel Siffert.

“La temporada ha sido extraordinaria, con la presencia de músicos de primer nivel internacional, y el broche de oro será la Novena Sinfonía de Beethoven que unifica el talento de nuestros artistas con la excelencia de los artistas del Teatro Colon”, comentó, Sergio Gurgui, quien culmina su primer mandato frente a la reconocida institución cultural.

 

Un monumento

 
La Novena Sinfonía es la última que compuso Beethoven. Se le llama “coral” porque culmina con coro, una versión de la “Oda a la Alegría” de su amigo Friedrich Schiller, ya muy popular; un canto a la fraternidad universal. “Alegría, bella chispa divina / hija del Elíseo!/ ¡Penetramos ardientes de embriaguez/ ¡Oh celeste, en tu santuario!/ Tus encantos atan los lazos/ que la rígida moda rompiera/ y todos los hombres serán hermanos/ bajo tus alas/ bienhechoras”, alaban sus versos.
Su belleza, su caudal de volumen, su velocidad, su contundencia; pero también la revolucionaria inclusión de la percusión y del coro en una sinfonía (atrevimiento que varios colegas, como Verdi, le criticaron), son algunos elementos que elevan esta pieza, catalogada por muchos como “titánica”. Su historia encierra varias perlitas dignas de recordar, entre ellas que le llevó seis años a un Beethoven casi completamente sordo. Se dice también que es la bisagra entre el clasicismo (más “rígido”) y el romanticismo (más “emotivo”). Durante la guerra fría fue utilizada como el himno de Alemania del Este; y que una adaptación del cuarto movimiento es el himno no oficial de la Unión Europea. Y desde 2001 integra el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO, como herencia espiritual de la humanidad.

Aunque con diferentes versiones y más o menos agregados, una anécdota del día del estreno resume su impacto desde sus albores: Era mayo de 1824, en el Teatro de la Corte Imperial de Viena. Había pasado una década desde la Octava Sinfonía. Nadie quería perderse este estreno, no sólo por lo que Ludwig ya significaba para el ambiente musical, sino por su deteriorada salud; que también obligó que hubiera otro director “oficial”. Beethoven estaba también en el escenario, de espaldas al público, siguiendo la ejecución por la partitura, “oyendo” la música en su mente. En un momento, una solista lo tomó del brazo para que se diera vuelta. Y entonces vio lo que su avanzada sordera le impedía escuchar: la ovación del público, que de pie aplaudía, agitaba pañuelos y lanzaba sombreros vivando al genio.

El dato
Novena Sinfonía. 17 de noviembre, 21.30 hs, Auditorio Juan Victoria. Entradas $400 y $300 (juvenil e integrantes de la Esc. de Música) en I.de la Roza 161 O of. 5, de 8.30 a 13 hs.