La organización Amnistía Internacional se hizo eco del sufrimiento de las mujeres de Afganistán para que el mundo no olvide el sometimiento impuesto a la población femenina desde que los talibanes recuperaron el poder, en agosto pasado, con la particular interpretación del islam donde sólo los hombres pueden trabajar, estudiar o aparecer en público.

Desde el confinamiento de sus hogares y la prohibición del acceso a las redes sociales, mujeres afganas han pedido a la comunidad internacional que se presione a los fundamentalistas para que no sigan siendo prisioneras sociales y víctimas de la constante represión de la milicia islámica que volvió este año a gobernar, luego de dos décadas de la ocupación norteamericana.

Las últimas generaciones de afganas son pioneras en diferentes ámbitos por haber alcanzado en veinte años insertarse en la vida pública del país superando enormes barreras culturales, religiosas, políticas y económicas gracias a su trayectoria profesional en la universidad, la salud, empresas, y medios de comunicación. Muchas abandonaron sus actividades huyendo del país y con excepción de la actividad hospitalaria por la pandemia, el resto tiene prohibido volver a sus puestos de trabajo y hasta viajar en el transporte público sin estar acompañadas de un "mahram", o tutor varón. 

Las autoridades de Kabul suspendieron las clases femeninas en todos los niveles de enseñanza y ante la presión externa informaron que la medida se levantará el año que viene, aclarando que las instituciones reabrirán luego de poner en marcha mecanismos que estén en línea con los principios islámicos. Hasta la llegada de los talibanes, 3,3 millones de niñas recibían educación y la mujer tenía libertad absoluta para gozar de sus derechos fundamentales.

Por ser mujer, la destituida jueza del Tribunal Supremo de Afganistán, Fawzia Amini, denunció que los talibanes han institucionalizado la discriminación femenina hasta convertirlas en prisioneras en sus propias casas, debido a la particular interpretación del Corán y el recelo a todo lo occidental, profesado por los fanáticos guerrilleros del régimen gobernante.

Afganistán sigue a la deriva porque carece de institucionalidad dentro de una organización republicana. Los cabecillas de los insurgentes señalan que el gobierno provisorio está ordenando el país y ante las miradas del mundo piden tiempo para iniciar la gestión, pero hasta ahora sólo retrocedieron con objetivos sustentados en sus torcidas creencias, como la discriminación femenina extrema.

Pero necesitan del mundo globalizado para salir de la desastrosa crisis económica y es allí donde los organismos multilaterales deben imponer sus condiciones para desmantelar sus aberrantes conceptos dogmáticos.