
El empresario Carlos Ávila murió esté sábado por la mañana a los 77 años. Estaba internado desde hace una semana en el Instituto del Diagnóstico, donde había llegado con una afección coronaria.
Ávila, que había nacido en Asunción de Paraguay, fue quien cambió el modo de ver el fútbol en la Argentina a través de la creación de "Fútbol de Primera", un programa que marcó un antes y un después en la televisión del país.
Junto a su madre, llegaron a la Argentina en 1946. Empezó a trabajar en publicidad en 1958, en la firma Publitec. Primero como cadete, al final como director.
Antes de encontrarse con su destino, trabajó además para Unilever y Nestlé, y finalmente se animó a lo propio. Fue en 1982. Ya conocía el mundo de los anunciantes y las producciones, ya sabía moverse entre los tomadores de decisión. Ya sabía cuán tramposo era el mundo y cuán hábil podía ser él allí. Comenzó a producir un programa de golf (una afición que adoptó de joven) para el Canal 2. La intención era terminar la primera temporada y levantarlo, pero la marca que lo auspiciaba (Ford) le pidió que continuara.
A partir de entonces tomó envión y empezó a contactarse con cadenas internacionales para conseguir financiación. Llegó entonces el punto de quiebre de esta historia. Visitó en Cleveland la casa central de IMG (International Management Group), donde fue a buscar cintas con grabaciones de golf y tuvo la fortuna o la astucia para conocer a Mark McCormack, el fundador de la compañía. Volvió con mucho más que material de archivo: McCormack le dio un préstamo de USD 50 mil para que produjera algo en serio. El joven Ávila (Cacho o El Negro, como le decían), hizo honor.
Lo primero: El deporte y el hombre, con Pancho Ibáñez. Funcionó, tuvo rating casi todo el ciclo. Y entonces sí, lo que vino fue lo que cambió para siempre la televisación deportiva en la Argentina.
Era 1985 y a Ávila se le ocurrió meterse en el fútbol, mundo popular si los hay pero aun inexplorado en ese momento por las televisión y las empresas. Creó entonces Fútbol de Primera. No fue solo un programa, fue el ícono televisivo que llevó el deporte a su siguiente nivel, con Marcelo Araujo y Enrique Macaya Márquez en la conducción.
Algunos años después, la idea de Ávila crecería cuando en 1991 le ofrecieran los derechos de transmisión del fútbol por los siguientes seis años (licencia que luego se extendió hasta 2014). Por supuesto, aceptó. A partir de entonces ningún canal podía pasar los partidos hasta por lo menos un día después de la emisión de Fútbol de Primera. Había que esperar a cada domingo a la noche para ver el programa que resumía toda la fecha, los goles, las atajadas, los comentarios. Fue en esos años cuando el fútbol se convirtió en uno de los espectáculos más importantes de la Argentina, cuando pasó de deporte a show, de show a elemento de poder ineludible.
Al tiempo, el segundo gran paso de su carrera: la creación de TyC Sports (Torneos y Competencias). Así, empezó a transmitir muchos más partidos y generar programas propios de todos los tipos y colores, pero siempre deportivos. Los que intentó por fuera de ese rubro nunca prosperaron (pero esa fue, tal vez, la misión de su hijo Juan Cruz, hoy gerente de noticias del Grupo América).
Su emporio se volvió faraónico: dos canales de televisión (TyC y primero Canal 9 -lo vendió- y luego América), una radio (La Red), un diario, una revista, una línea aéra de aviones privada, manejó gran parte de la comercialización de la vía pública, trajo la señal Fox Sports al país. Su nombre se convirtió en sinónimo de poder y de fútbol.
Coqueto y elegante, quienes lo conocieron señalan que estaba siempre bien vestido. Se casó dos veces. Primero con Cristina, con quien tuvo tres hijos: Pablo, Juan Cruz y Celeste. Se separó y en 1999 se casó con Inés, su segunda mujer.
En 2006 se fue de TyC Sports. Empezó entonces a amasar un sueño que no llegó a cumplir, el de ser presidente de River Plate, el club de sus amores.
Durante la última década de su vida hizo terapia intensamente, dos veces por semana. “A mí me costó mucho creer en mí. Porque siempre pensé que los resultados eficientes de las cosas que yo hacía se debían al lugar donde yo estaba trabajando y a la empresa para la que yo trabajaba”, contó. Esa inseguridad, recuerdo recurrente de la vida de carencias que tuvo en su infancia, lo llevaron a hacer las cosas más extrañas. En 2007 confesó que cuando veía una búsqueda laboral acorde a su perfil, mandaba su curriculum con otro nombre, para ver si tenía valor en el mercado laboral. Lo convocaban siempre, pero nunca asistía. “Soy una persona difícil conmigo misma”, decía.
Fuente: Infobae
