
En tiempo de Navidad, lo que se celebra es que Dios desde la eternidad, asumió en su propio ser el tiempo humano para encontrarse con el hombre, vino al tiempo desde la eternidad. Se cree entonces que pensar el tiempo puede ayudar a entender ese encuentro. El Adviento puede vivirse como tiempo de espera, la Navidad como la plenitud del llamado de Dios al hombre, cuando el Hijo de Dios, desde la eternidad irrumpe en el tiempo haciéndolo acontecimiento.
El acontecimiento de Navidad ocurre en el tiempo, tiene relevancia, crea un antes y un después; la venida de Cristo al tiempo humano dividió la historia: antes y después de Cristo.
Jesús, la Palabra en el Evangelio de Juan, existía al principio, en la eternidad. "Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.” Jn 1,1, La Biblia, Verbo Divino, 2018.
La Palabra desde la eternidad vino a la temporalidad humana y nos habló en lenguaje humano. Eso se celebra en la Navidad, en el significado de esa celebración entendemos que Dios hecho hombre nos habla, entonces tenemos que responder. La celebración no debe quedar en las luces, canciones, regalos, eso nos ayuda, expresamos alegría; tenemos que escuchar y responder, en el encuentro con otros podemos ayudarnos. Así vivimos Navidad como acontecimiento.
Hay un tiempo de Navidad que incluye la fiesta de reyes, eso se vive como un presente construido en la conciencia, un tiempo favorable para el pensamiento, Dios vino a nuestra temporalidad como la Palabra, y nos habló en nuestro lenguaje, pensamos ahora cual es nuestra respuesta. Tal vez esta Navidad nos inspire que hay algo en nuestra existencia que debemos modificar, podemos conocernos mejor y consolidar nuestra identidad. No tenemos que dejar pasar esta oportunidad y responder a la Palabra que nos interpela, y así crecer desde nuestra humanidad, y encontrarnos a nosotros mismos. Eso puede parecer fácil, pero tiene dificultades, Ratzinger en el trabajo "El futuro del mundo a través de la esperanza del hombre”, dice "Es más fácil de encontrar el camino a la Luna que el camino del hombre hacia sí mismo”. Cuando el hombre llegó a la Luna había miles de hombres con hambre. Se entiende que la técnica bien usada puede hacer el mundo más humano, pero también puede hacer la existencia menos humana.
Nos hacemos hombre en plenitud, si encontramos en nosotros la semejanza divina. En el Trabajo citado de Ratzinger, esa semejanza divina en el hombre "es el núcleo de su ser”. Si logramos vivir como acontecimiento, este tiempo de Navidad que construimos en nuestra conciencia, entendemos lo que acontece; Dios se hizo hombre, y nosotros encontramos el núcleo de nuestro ser, lo que nosotros somos, imagen y semejanza de Dios. Vemos ahora en el evangelio, en el encuentro con Jesús, lo dicho en el comienzo de la Biblia, en el relato de la creación. "Dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza” Gn 1,26, La Biblia, Id.
En Belén Dios se hizo hombre, después en lenguaje humano nos mostró la imagen del Padre, "Y el que me ve, ve al que me envió.”, (Jn, 12, 45, La Biblia, Id.), así el hombre puede encontrarse a sí mismo como imagen y semejanza de Dios, y puede ser plenamente humano si respeta esa imagen. Conocerse a sí mismo es encontrar el camino para la realización humana, eso es posible conociendo la semejanza con Dios que está en nuestro ser.
Por Manuel Castillo
Profesor de la UNSJ
