Exceptuando al sector del agro, hay otras actividades como la minería, la energía, pesca y el turismo, que también están contribuyendo decisivamente con el potencial exportador que tiene nuestro país, el que debe seguir siendo fomentado con una política de Estado que nos lleve no solo a exportar commodities sino productos con valor agregado o procesados localmente.
Se dice que la Argentina es un país que tiene que exportar, pero es un hecho de que esta actividad, desde hace tiempo, es víctima de las políticas de improvisación de los distintos gobiernos que ante las dificultades financieras de sus respectivas administraciones han echado mano a las exportaciones para solventar los gastos, a través de tributos como las retenciones.
Tras el flamante acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, surge la necesidad de que la Argentina optimice su política de comercio exterior en lo que a exportaciones se refiere, aprovechando esta coyuntura que puede ser muy favorable siempre y cuando las empresas argentinas logren ser competitivas. Por ahora, más allá de potencial exportador que tiene el país y la vocación exportadora que está latente, sería conveniente que el actual gobierno o el que surja después de las elecciones de octubre, cumpla con una deuda que persiste con las pymes: bajar los impuestos para que éstas se conviertan en el auténtico motor de la economía y factor decisivo de las exportaciones.
En los últimos cinco años las exportaciones argentinas, especialmente de granos, han experimentado un sostenido crecimiento en base al avance tecnológico experimentado por el campo. Para citar un ejemplo las exportaciones a Indonesia totalizaron 1.283 millones de dólares durante 2018, con un crecimiento interanual del 14,7%, según informe de la Cámara Argentina de Comercio. Se espera que esta tendencia siga en otros rubros, de ahí la importancia de apuntalar la actividad.
Lo que se necesita para promover las exportaciones son políticas de promoción basadas en reglas claras e inalterables que otorgue previsibilidad y que alienten la competitividad de las empresas locales, como también la agilización de trámites aduaneros que hacen al despacho de los productos.
Como dice el analista político Sergio Berenstein, la Argentina puede llegar a ser un gran país exportador, pero "seguimos mirando más al consumidor que pasa por la puerta sin darnos cuenta que hoy el negocio es global y sobre todo digital". En este contexto existe la imperiosa necesidad de fomentar a distintos sectores productivos del país para aprovechar nuevamente el surgimiento de la vocación exportadora.
