La lectura del Presupuesto nacional para 2019 deja varios interrogantes, aunque se sabe que esta ley tiene un contenido más político que real porque se sustenta ante todo en estimaciones como expresiones de deseos. Aun así, las cifras no son tranquilizantes ya que prevé un gasto total de más de 4 billones de pesos, una inflación interanual del 23% y caída de la economía del 0,5% del PBI. Además, los servicios de la deuda aumentarán 48,8% con respecto a 2018.
El desequilibrio fiscal es lógico porque Argentina es el país del continente con mayor gasto público ineficiente: 7,2% del PBI, según un informe del BID de septiembre pasado. Tiene la mayor cantidad de empleados públicos de la región en relación al empleo privado, después de Barbados y de Trinidad y Tobago. Consecuentemente el salario de los estatales representa el 12% del PBI.
No hay reglas claras en contención del gasto público global que se lleva el 40% de lo que produce el país. Tampoco se ha trazado una estrategia de crecimiento productivo de manera que la actividad privada se expanda con herramientas modernas para alcanzar niveles de productividad altamente competitivos. Tampoco se prevé reducir la enorme cantidad de empleados públicos modernizando la administración para hacerla ágil y eficiente.
La necesidad de divisas no debe agotarse con la esperanza de una buena cosecha. Por el contrario urgen políticas activas para el desarrollo de todos los sectores productivos, mediante exenciones impositivas, eliminación de la burocracia que desalienta al inversor y facilitar la productividad creativa en todos los órdenes de la economía. Debe recordarse que la producción es fuertemente afectada por el gasto público, la presión tributaria y, en forma indirecta, sobre el nivel de empleo.
Por otra parte los argentinos han perdido la capacidad de ahorro porque con la presión impositiva récord se ha dejado a la población sin margen de utilidades y, consecuentemente, sin recursos en la capacidad de invertir. Pretender activar el mercado o motorizar proyectos de inversión sin rever las exacciones fiscales es paralizante en todo sentido.
Se suman también otros problemas difíciles de resolver, como la situación de la deficitaria aerolínea de bandera, el financiamiento de las universidades y numerosas e improductivas empresas públicas.
