La extraordinaria crisis hídrica, que en este sector del país no sólo afecta a San Juan sino a todas las provincias cordilleranas sin tener ninguna referencia científica sobre la duración de una sequía relacionada con las alteraciones climáticas, obliga a vivir la emergencia cambiando hábitos y asumirla en toda su magnitud. La escasez de agua no es un problema del agro, que deben resolver las autoridades sino una pesada mochila que debemos cargar todos.

Se observan conductas reprochables en nuestra ciudad, caso de guarderías y lavaderos de vehículos con derrames llegando a las veredas, y frentistas de la periferia que hasta riegan el pavimento "para que refresque un poco+, cuando no utilizando mangueras fuera del horario permitido. Son ejemplos palpables a la vista de todos, menos de los inspectores y funcionarios.

También hay desinformación acerca de la escasez, porque ésta se debate entre entidades de regantes e Hidráulica, o se circunscribe a dotaciones, costos de extracción de acuíferos subterráneos, y políticas de apoyo y subsidiaridad inherentes al estado de emergencia. En este contexto emergente se suman expertos y científicos multidisciplinarios que coinciden en la urgencia de informar a la población sobre aspectos conceptuales y técnicos para generar conciencia.

En otras palabras campañas similares a las de la pandemia para que todos asuman la responsabilidad de cuidar el agua. E incluso para aclarar conceptos a quienes hablan del "Acuífero Gran Tulum", el gigantesco reservorio subterráneo que supera con creces a los 1.500 hectómetros cúbicos embalsados por los tres diques, y diferentes reservorios a distintas profundidades pero sin ubicaciones precisas en cuanto a volúmenes y niveles.

Es necesario aclarar todo lo vinculado al uso y calidad del agua extraída ante la contrapartida de costos y rentabilidad si cada vez se necesitan pozos más profundos. Al costo de perforación puede sumarse la desalinización, que es factible según las experiencias mundiales (incluso agua de mar), y tener en cuenta que no es fácil agregar al pozo la instalación de riego presurizado a unos 3.000 dólares por hectárea. No hay rentabilidad en el agro que compense semejante inversión.

Nadie arriesga pronósticos sobre cuándo terminará este ciclo de menores precipitaciones níveas en la cuenca del río San Juan, menos si esto es parte del cambio climático; pero de lo que no hay dudas es que debemos adaptarnos para mitigar los efectos, como creamos una conciencia sísmica empujados por la cruda realidad. La crisis hídrica puede ser catastrófica si no se la asume integralmente.