Juan José Recabarren fue coronado este año como el mejor locutor en el Festival Nacional del Malambo en Laborde, único título que ha cosechó la provincia, tras la participación de sus delegaciones en los certámenes de los diferentes festivales telúricos (sin contar lo que queda de Cosquín). Título, además, con el que siente que cumple con la deuda que tenía hacia su mentor, el profesor de danzas Abelardo “Chiquito” Aballay; a sus hijos, a su familia y a todo el pueblo sanjuanino. “San Juan me hizo lo que soy y todo lo que soy se lo devuelvo con esta distinción”, dice con un orgullo que contagia. El animador ya había obtenido el título de recitador gauchesco en Laborde 2014 y con esto, la cuenta está saldada. Juanjo, como lo llaman habitualmente, dialogó con DIARIO DE CUYO acerca de su experiencia en el certamen, del cariño por la cuyanía y de la necesidad de un mayor reconocimiento oficial en suelo propio.
– ¿Qué significa haber obtenido este premio?
– Es una caricia al orgullo y al trabajo personal, pero también era una materia pendiente. Nuestro estilo de animación es diferente al del resto del país. Por lo general, presentan al artista, mientras nosotros nos ocupamos de que el público esté entretenido. Nos fijamos en que los espectadores se sientan a gusto. Se divierta, que sienta que es parte. La ventaja de este premio, es poder ser animador oficial para el festival del año que viene. En años anteriores, mis hermanos (Darío y Pascual Recabarren) nunca pudieron ganarlo. Indudablemente es un premio al mérito de los que venimos haciendo esto permanentemente e incentiva a seguir.
– ¿Qué situaciones viviste en las instancias del certamen?
– El clima de Laborde me jugó una mala pasada. Tenía la garganta destruida, había estado internado con nebulizador porque se me había cerrado el pecho y tenía dificultades para respirar la noche anterior. Entonces traté de hablar lo justo y necesario. Pero el jurado me pidió que alargue la arenga y seguir escuchándome. Traté de superar el momento, entonces me explayé mucho en lo que significaba el poema, del autor y de nuestras costumbres. Ahí entró el poder de jugar con la oratoria. La devolución que me dieron fue que por primera vez vieron que el rubro estuvo presentado como se debe.
“Siempre hay dos grandes libros abiertos en casa, primero mi padre, Jorge Darío Bence, y el segundo es el diccionario. Sólo con eso hago maravillas”.
– ¿Con qué libros, poemas, vivencias y relatos te nutriste?
– Lo primero es la cuna. Vivo la tradición desde chico. Lo que natura no da, salamanca no presta. Siempre hay dos grandes libros abiertos en casa, primero mi padre, Jorge Darío Bence, y el segundo es el diccionario. Sólo con eso hago maravillas. Leo mucho de todo, escucho, converso, trato de aprenderlo y aprender a contarlo. Además, vivo las experiencias para poder contarlas, porque no me disfrazo de gaucho para subirme al escenario, lo soy. Siempre busqué no ser como mi padre, porque segundas partes no son buenas. No quiero ser su imitador, soy su admirador, él es mi escuela, lo aprendí todo de él. Quiero ser animador con impronta propia. Aprendí también a valorarme, a ser yo, a amar lo nuestro y a ser sanjuanino hasta la muerte.
– ¿Sentís que aquí tienen el lugar que merecen?
– Cuando viajamos a Laborde, tenemos todo cubierto. Traslado, lugar, comida y pasajes. Hay otras delegaciones que están desamparadas por el Estado. El folklore cuyano es siempre esperado en Laborde y es donde más se hace sentir, junto a los mendocinos y puntanos. Hacemos docencia, porque explicamos por qué se paga un cogollo con un vaso de vino al cantor. Pero aquí siempre ha sido mal mirado, como que la cuyanía es “juntada de borrachos”. Esa mirada errónea del tipo cuello duro está instalada y nos resta por el hecho que no sea tan masivo como una chacarera, pero la riqueza cultural de nuestro género hace que no cualquiera pueda interpretarlo.
– ¿Es utópico pensar que exista un Festival de Folklore Cuyano en el pago propio?
– Me preguntaron muchas veces por qué no tenemos un festival folklórico propio. Sucede que no tenemos el apoyo necesario. El gobierno delega muchas veces y pone en un rincón a la Fiesta de la Tonada o a la Fiesta de José Dolores le quita lo “cuyano”. No hay suficiente difusión. Pasa que la gente a cargo de cultura tiene que querer más a San Juan. Siempre piensan quedar bien para el artista que viene de afuera. Por ejemplo, para la Fiesta del Sol, nos invitaron a mí y a mi hermano para hacer la conducción de los shows y al momento de concretar, pusieron a periodistas. Entonces, digo, que nos pongan a nosotros los recitadores a conducir un noticiero. No entienden que cada lechón en su teta es el modo de mamar. También había llegado consagrado el grupo El Malón como revelación de Cosquín, pero no lo dejaron actuar esa noche porque Jorge Rojas no quiso que se haga zapateo en el escenario, ya que él traía a sus propios bailarines… el gobierno permitió eso y bajó del escenario a nuestros bailarines por un capricho de Rojas, que encima se llevó una torta de plata. Es como si yo invitara a mi casa a cenar y tenga que esconder a mis hijos. Falta orgullo sanjuanino a los funcionarios. No hay amor a lo nuestro. Cuando empiecen a mirar a lo nuestro, ahí comprenderán el poema de mi padre: “¿Y adentro qué?”.