Matías Franco, un manipulador vinculado al poder, capaz de generar negocios sin medir consecuencias, es el protagonista de El lobista, la miniserie escrita por Patricio Vega, con dirección de Daniel Barone, que se estrenará el miércoles 30 de mayo a las 22.45 por El Trece (y el jueves 31, a las 23, por TNT). Rodrigo de la Serna encarna a este ‘garca’ -definirá él- en la tira de 10 episodios coproducidos al mejor nivel por El Trece, TNT, Cablevisión y Pol-ka. El elenco se completa con Darío Grandinetti como el líder de la Iglesia de la Sagrada Revelación, quien usará las influencias del lobista para "lavar" su fortuna proveniente de los "aportes solidarios"; Leticia Brédice, su eterna competencia; y Julieta Nair Calvo, que vivirá su romance con el protagonista desde su rol de una fotógrafa noble y con agallas, papel que contrasta con la oscuridad del tono narrativo del envío.
– ¿Cómo es su personaje?
– Matías Franco es un lobista, para decirlo elegantemente "un facilitador de negocios", lo que en la calle comúnmente se conoce como ‘un garca". Como buen psicópata seduce, como sucede con esta clase de tipos: Son simpáticos y consiguen generar empatía, tiene un pragmatismo voluptuoso. Fue un servicio de inteligencia y tiene muchos contactos en el mundo empresarial, en el poder legislativo y también conoce a jueces; pero sobre todo maneja la mecánica de estos poderes y opera siempre en beneficio de su bolsillo. Su tarea es facilitar negocios y cuando no hay operaciones disponibles para concretar, él genera los intereses para que de alguna manera se logren.
– ¿Qué le atrajo del rol?
– Es rico y generoso para interpretar, e implica una oportunidad linda para, de algún modo, acceder a un mundo que todos intuimos, pero no sabemos bien cómo se articula. No se trata de un programa de denuncia, sino de una narración policial, con suspenso y acción que permite abrir un poco la puerta y ver las cuestiones responsables de la concreción de negocios. Después, cada uno verá qué le parece Matías Franco: como actor no soy quién para juzgar un rol, porque cuando uno empieza a moralizar los papeles, pierde la posibilidad de encarnarlos como corresponde, es decir hacerlo desde su psicología, su accionar, con sus vicios y virtudes.
– ¿Es una propuesta distinta?
– Se corre algo de lo que es la ficción común; por ahí estamos muy dogmatizados o pedagogizados al ver estas ficciones donde cada cinco minutos debe ocurrir algo. Percibo como un nivel de lobotomización general. Acá se propone un argumento pero también una escucha, una atención especial del espectador para con ese hilo argumental, algo que hoy considero valioso.
-¿Qué piensa de Netflix?
– Hay que decir que Netflix tiene productos con diversidad, pero existe un modo de consumo obsesivo. Hoy, hasta nosotros mismos nos proponemos como mercancía de consumo en las redes sociales, es un horror. La industria cultural se impone a veces de manera poco interesante en relación a las humanidades en particular, pero siempre hay excepciones. Somos un país sumamente creativo con artistas valiosísimos y tenemos esa idiosincrasia.
– ¿El consumo de televisión también cambia?
– Sí. El cine resulta cada vez más difícil de producir, sobreviven las grandes pelis de la industria y con el streaming también empezaron a mermar porque todo se vuelca hacia esa dirección. ‘El lobista’ por ejemplo, sale una vez por semana por la pantalla abierta, pero cuando termina el capítulo estreno, ya van a estar colgados los 10 capítulos completos en la plataforma Flow de Cablevisión y eso puede condicionar y segmentar el público. Entonces quienes tienen acceso pueden verlo como maratón, mientras que los que no cuentan con esa disponibilidad económica, no lo harán y surgen entonces los ‘spoliers’ y encima viene el Mundial y san se acabó. (Telam)