¡Qué noche larga ésta! Noche de insomnio, de esas donde un temita se te queda en la cabeza y por más que lo intentes, no lo puedes expulsar. Afuera, los truenos liberan su fuerza brutal, que preanuncia lluvia hasta el amanecer. Trato de imaginarme gozando del escampe, de beberme su frescor sureño, olor a jarilla. Procuro que esa imagen me relaje, pero no hay caso. El sueño no viene.

En noches así, se me da a veces por pensar en don Walter Porres, que junto a su hermano Wenceslao formaron Porres Hnos., donde hice uno de mis primeros aprestos como contador. Don Walter, con 600 empleados y 4 o 5 obras a la vez, o sea cosas gordas en qué pensar y preocuparse, me confesaba que se dormía siempre como un chorlito. Cuando entraba a su pieza, cerraba la puerta y afuera quedaban los problemas. De modo que el sueño venía rápido.

He tratado de imitarle el método, pero no me sale. El mejor somnífero para mí es la lectura, pero hoy no tengo ganas de leer. Así que aquí estoy, con la mirada clavada en el techo y pensando si acaso la lluvia no dibujará mañana una aureola, si perfora la cubierta de techo. Zonceras, de una mente al garete.

Entonces me voy para adentro. Busco en mi interior, donde guardan reposo las cosas queridas y a las que uno echa mano cuando quiere recuperar el eje. Me busco en un tiempo lindo, atravesando el mapa de mi barrio, mis amigos de entonces, los personajes, los boliches, algunas historias. Y en una noche así, me salieron estos versos, con pretendido ritmo de un tango. Faltan algunos nombres, no los he olvidado, simplemente no caben en este viaje…

 

Ilustración: Rodolfo Crubellier

 

“Esquina de mi niñez. La del kiosco (ver ilustración), el botiquín y de la diez. De guapos y futboleros. Artistas del balompié. Esquina llena de turcos, viejos boliches que ya no están. Beirán, Abdala y Basil, hoy no te fían, mañana sí”.

“Esquina Colorada, refugio donde pasé, las horas más añoradas, y asombradas de mi niñez. Hoy los recuerdos se estrechan, en fila para volver: Pirincho, el Kuky, el Carozo, el negro Yaya, Ricardito Velert”.

“Campito pobre donde jugué. Tantos partidos que ya ni sé. Canchita vieja, perfume de ayer. Pelota de cuero, arcos sin red”.

“Equipo chico, corazón mayor, que a los grandes supo enfrentar. Villalba Peña y Muñoz, ¡qué ataque fenomenal!”.

“Esquina Colorada, refugio donde pasé, mis horas más añoradas y asombradas de mi niñez. Hoy los recuerdos se estrechan, en fila para volver: Jacinto, el Jorge, el Cacho, el negro Oro, los Crubellier”.

“Y un recuerdo muy especial, para el Gordo Pavía y el Huevo, que hoy en la paz celestial, gritan todavía aquél injusto penal. Contra San Martín cobrado, por ese juez parcial, que provocó la reacción, ‘Pito’ Villalba, ¡qué carrerón!”. 

“Esquina Colorada, refugio donde pasé, las horas más añoradas y asombradas de mi niñez. Hoy los recuerdos se estrechan, en fila para volver: ya me ganó la nostalgia y me emociono ¡qué voy a hacer!”.