Señor director:
Con motivo del incendio ocurrido en la Catedral de Notre Dame, en la ciudad de París, Francia, deseo compartir con los lectores de DIARIO DE CUYO estas palabras que surgen desde lo más profundo del corazón.

¡Ay madrecita querida!/ ¡Viste pasar tanta gente!/ Se acercaban/ Te sonreían todos muy amablemente!/ Tu aguja mayor al cielo se levantaba, imponente./ Para enseñarles a todos que arriba estaba El Sufriente./ Primero, chispa pequeña/ Luego ¡ardió sin compasión!/ El fuego se alzó,/ violento,/ para llamar la atención,/ de todo el pueblo cristiano que actúa sin corazón./ Has ofrendado tu casa en esta triste ocasión. La miseria,/ cruel miseria,/ castiga a toda tu gente./ Tu aguja mayor al suelo hiciste caer urgente./ ¡Como siempre,/ tu mensaje es locuaz, inteligente!/ ¡Hay que ayudarse entre todos! ¡Debe haber menos dolientes! ¡Hay que amarse el uno al otro! ¡Hay que ayudar al hermano!/ ¡Hay que atender al más pobre,/ tendiéndole una mano!/ Madrecita/ madrecita/ ¡Tu mensaje nos llegó!/ ¡No importa perder tu casa si estamos más cerca de Dios!
