Fray Luis Lenzi
La primera ópera de Verdi -Oberto- es de 1839 y la última -Falstaff- es de 1893; vale decir su vida "operística" lleva 54 años, y así como la vida pasa por etapas de lactancia, niñez, adolescencia, etc., también la vida de compositores tan longevos evidencia un crecimiento. Sus primeras obras siguen a los Donizzeti o Bellini del "bel canto". Pero la ópera "Don Carlo" pertenece -estrenada en 1867- a su "período medio". Por algún motivo es más difícil de agradar que por ejemplo Rigoletto -1851- que tiene melodías más "memorizables". Nadie sale de allí sin tararear "La Dona é mobile", por ejemplo, pero aquí nadie tarareaba nada. Es que se trata de un Verdi "distinto", que no deja de evolucionar. La obra fue compuesta en francés, que no era su idioma, con largo tiempo de preparación y dificultades de ensayos para estrenarse en París en presencia del Emperador Napoleón III, en una ciudad que estaba siendo transformada en su arquitectura, avenidas y diagonales y la nueva "Opéra Garnier" todavía en construcción. Para los parisinos era "rara", ya que no se adaptaba totalmente a la "Grand Opéra" francesa; el estilo "grandioso" de Meyerbeer, que estaba declinando, ni tampoco al estilo "lírico intimista" de Gounod; y no era "el Verdi de siempre". En realidad es una obra de transición largamente madurada (cito a su biógrafo Pierre Milza) que buscaba nuevas sonoridades y la expansión de una riqueza armónica, y por eso hace que parezca uno sentir menos melodías, aunque de hecho, no faltan. Verdi hasta entonces deslumbraba con sus arias. Charles Bizet llegó a sugerir que había querido "hacerse el Wagner", cosa que lo hubiera irritado muchísimo, además de que prácticamente no lo conocía. Recién en París y bastante después llegó a presenciar una versión de Tanhauser. Pero lo cierto es que encontramos un despliegue teatral que no tiene nada que envidiar a la "Grand Opéra" y está llena de dúos, tríos, tercetos y cuartetos y la masa coral -desde el principio presente en él- tratada majestuosamente. La melodía se va adaptando y supeditando a la trama y por eso nuevas armonías. La fuente en la que se basó fue un drama de Schiller: "Dom Karlos, Infant von Spanien" de 1787. Pero también influyó: "Philippe II, roi d’Espagne" de E. Cormon (1810-1903) .El libretista de la ópera francesa fue Joseph Méry (1797-1866) y debido a su fallecimiento fue terminada por Camille Du Locle (1832-1903). Al ser "Grand Opéra" necesitaba ballet y constar de 5 actos. Resultó ser, por lejos, la más larga de su óperas. Le tocó a Achille De Lauziéres traducirla y su estreno "italiano" en 4 actos es de 1884. Schiller se guía mucho de la "Leyenda negra" para desprestigio de los Habsburgo y especialmente de Felipe II. Por eso el argumento no se condice tranquilamente con la realidad. El Felipe II verdadero se casó a los 16 años con una parienta portuguesa. Ese hábito Habsburgo y de monarcas en general de tantos matrimonios "entre parientes" produjo una prole con frecuentes anormalidades. Este primer hijo, Carlos Habsburgo, Príncipe de Asturias, adoleció de varios males físicos y psicológicos y resultó tan peligroso que su padre debió encerrarlo. Verdi lo presenta como un joven idealista y noble y defensor de la justicia. Cuando muere su madre, Felipe se casa con una mujer mucho mayor que él, Mary Tudor, reina de Inglaterra y pronto vuelve a enviudar. Se piensa entonces en prometer la mano de Isabel de Valois -hija de los reyes de Francia- a Eduardo VI, nuevo rey casi niño, de Inglaterra, pero cuando Eduardo muere, se piensa en prometer Isabel a Carlos, ambos eran demasiado jóvenes y firmada la paz de Cateau-Cambrésis entre Francia y España, Felipe no puede esperar a que crezca Carlos y se casa él con Isabel. Y se da un hecho curioso: Felipe, con 32 años, e Isabel, a la que hubo que esperar a que fuera "núbil" a los 14, formaron una pareja de genuino amor. Nunca tuvo que cantar: "Ella giammai m’ammó" porque lo amaba en serio, ni "Dormiró sol nel manto real" ya que tuvo cuatro partos, con tres bebes fallecidos y dos hijas que sobrevivieron: Isabel Clara y Catalina Micaela, a las que Felipe amó entrañablemente cuando falleció Isabel. Luego se casó por cuarta vez con Ana de Austria.
La ópera presenta varios temas: la relación Iglesia-Monarca con fuerte influencia de la primera en España, cosa que evidentemente no era del gusto de Schiller ni de Verdi, que abogaba por la independencia de toda Italia. Pero a la vez la misma figura dominante del "Gran Inquisidor" termina dos actos pacificando a todos; y al principio y final de la ópera se canta que el poder terreno no significará nada en el cielo. Y desde el Acto I, que impresiona de inmediato por su extensa y muy cuidada escenografía, se ve un enorme incensario (¿inspirado en el "Botafumeiro" de Compostela?) que estará marcando durante dos actos y al final esa constante presencia. Incluso en el "auto de fe" se menciona el perdón y la "voz celeste" de Monika Skowron lo recalca. Otro tema es la profunda amistad entre Carlo y Rodrigo, Marqués de Posa; y el dúo "Dio, che n’ell alma infondere" para barítono (Fabián Veloz) y tenor (Gustavo López Manzitti) es un himno a la amistad más pura ("Dios que has llenado nuestras almas"), y aparece en varios momentos de la obra y de manera emotiva al final, cuando Rodrigo ofrece su vida en sacrificio para que su amigo sea "Salvador" de Flandes. No sé si estaba en el inconsciente de Verdi, pero ese tema repetido suena casi a "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos". Es también poco frecuente encontrar en óperas, dúos de bajos como Felipe (Lucas Debevecmayer) y el Inquisidor (Cristian De Marco). La princesa Eboli (Romina Pedrozo de la Vega) sorteó con éxito y bravura el tener a su cargo las dos arias más disímiles entre sí; en el I Acto, entona la única canción alegre de la ópera, "Nel giardin del bello saracin" sobre Mohammed, un monarca sarraceno que se declara a una bella con velo sin saber que es su esposa. La canción, por otra parte delicada y afinadamente precedida y acompañada por el coro femenino, posee síncopas finales nada fáciles. En el Acto III, Eboli, arrepentida y humillada, maldice su belleza que le ha causado tantos males; dos cantos que exigen una gran ductilidad. A comienzos del III acto, "Ella giammai m’ammó" es una de las más interesantes arias compuesta para el registro de bajo y preludiada por tres toques de la orquesta luego silenciosamente repetidos, tiene en el chelo de Vesselin Yanakiev el instrumento más adecuado para inspirarlo. Y Mónica Ferracani, una creíble y noble "Elizabetta" consuela con ternura casi maternal en "Non pianger mia compagna" a su distraída y ausente dama de compañía, pero luego puede quejarse o enojarse de manera musicalmente creíble. Isabel de Valois recibió en Francia una exquisita educación y tenía en su habitación varios instrumentos, incluidos dos clavecines, ¡y la Ferracani es profesora de piano! En el III acto hay un cuarteto en el cual cada uno expresa sus sentimientos. Empieza como trío porque Isabel está todavía desmayada pero durante el canto se despierta y se une al, ahora sí, cuarteto. La primera frase de Isabel volviendo en sí. "Che avenne" son unos pocos compases que retomará Verdi en su ópera "Falstaff".
Qué maravilla tener un verdadero teatro de ópera con foso orquestal (¡qué divertido cuando el Maestro saluda mostrando su batuta!) y escenario con todos los chiches. Aplausos para la escenografía de Eugenio Zanetti, otra vez ¡qué bueno que los trajes de época sean de época y no vestidos de marcianos o cowboys o nazis como suelen presentar algunos régisseurs o escenógrafos cada tanto! Cuántas posibilidades ofrece el escenario giratorio; ojo con mover demasiado, ¡no se olviden que San Juan es tierra sísmica! En definitiva la suma de cada cantante solista o corista (con el director del coro Jorge Romero también como solista) la régie y los iluminadores, carpinteros, iluminadores, electricistas y sobre todo y todos por supuesto, aunque no se la viera pero sí escuchara, nuestra queridísima Orquesta inspirados y dirigidos -¡todos!- por el Maestro Emmanuel Siffert. Pero debo hacer una advertencia: en el programa (pág 48) se advierte que no se permite el ingreso con mascotas. No se lo dijeron a Zanetti porque introdujo dos perros en el escenario ¿habrían ladrado con buen oído?