Actor y bailarín, director y maestro reconocido y respetado, no sólo en el país sino también en Europa y Asia, donde ha llegado con su arte, Guillermo Angelelli está en San Juan, provincia con la que tiene estrechos vínculos desde lo personal -su mamá es sanjuanina- y profesional. Esta vez su visita tiene que ver con un seminario que dicta convocado por la Escuela Argentina de Teatro Antropológico y con una charla que brindará esta tarde a la comunidad artística local (ver aparte). En ese marco, el profesional egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático, que fue protagonista del emblemático Parakultural, que integra desde los ’90 El puente del viento (grupo dirigido por Iben Nagel Rassmusen, del Odin Teatret, Dinamarca), creador del Clú del Claun, actor de films como Moebius y XXY, por citar un par; y que desde los ’80 imparte cursos de entrenamiento corporal y vocal para actores, bailarines y cantantes, en el país y el extranjero -entre otros muchos caminos y logros- habló con DIARIO DE CUYO sobre su propia experiencia y su visión del intérprete y del teatro hoy.
– ¿Qué abordarás en este encuentro con los sanjuaninos?
– La idea es repasar herramientas para un entrenamiento actoral, basadas en principios de la antropología teatral. Con mi maestra, Iben Rassmusen, lo que hacemos es trabajar calidades de energía, la del samurai, la de la danza del viento… que tienen un requerimiento técnico inicial, pero por cuestiones de tiempo decidí hacer algo más sencillo. Retrotrayéndome a mi historia, mi antropología personal, tomé el trabajo que hice con una profesora que tuve en la Escuela Nacional de Arte Dramático, que era una bailarina, que fue mi primer trabajo más ligado a lo corporal desde la actuación. Para mí fue un descubrimiento, porque era una escuela donde lo que principalmente se trabajaba era Stanislavsky, desde la idea a la acción; y esto era todo lo opuesto, desde la acción y el cuerpo al concepto, que es lo que luego seguí buscando hasta encontrar el clawn y, junto con Iben, la antropología filosófica; que pasa más por la experiencia primero y llega al concepto después. Eso tiene más que ver con la naturaleza del actor, somos hacedores principalmente, a través de la acción.
– ¿Esto se inscribe dentro de los principios del Teatro Antropológico que un grupo sigue en San Juan?
– Estuvimos un poco hablando de eso, por qué teatro antropológico y no antropología teatral…
– ¿Son cosas distintas?
– Y sí. Yo no sé muy bien qué es teatro antropológico, o mejor dicho no se qué teatro no es antropológico, porque el teatro siempre trata de la problemática del hombre, por lo tanto hay siempre una mirada antropológica que tiene que ver con distintas épocas, geografías, momentos de la cultura… Entonces se puede hacer una revisión de la antropología viendo qué fue sucediendo en el teatro a través del tiempo. La antropología teatral de lo que trata es de recuperar principios universales e inmanentes de lo que es el performer en diferentes situaciones. Y digo performer y no actor, porque por ejemplo en el teatro oriental no hay una diferenciación entre la danza, el canto y el teatro. Estos son los principios que la antropología teatral intenta reconocer en las diferentes culturas, tiempos y geografías. Y sobre esos principios establece un entrenamiento para el actor.
– ¿Cuán importante es para el performer lo corporal en la escena?
– La acción es desde lo corporal. Yo me preguntaría antes cuánto tiene que ver lo corporal con un actor o una actriz, y creo que un gran porcentaje. Para mí es un punto fundamental, nosotros escribimos en la escena a través de la acción, que es realizada por el cuerpo, por lo que merece un gran tratamiento. Nuestro cuerpo es una herramienta fundamental, incluso la voz parte de la interioridad de ese cuerpo. No puedo imaginarme un teatro sin el cuerpo, el de performer y también el del espectador.
– ¿En general el performer es consciente de eso, plenamente, y del trabajo que requiere?
– Supongo que hay de todo. Para mí, justamente lo interesante del trabajo de la antropología teatral es esto de llegar al concepto a través de la experiencia.
– Antes el trabajo del intérprete era quizás más intuitivo, experimental. ¿Fue necesario sistematizar el conocimiento?
– Sistema y método son fundamentales para generar esa conciencia, para poder tener un camino de conocimiento. Dentro del teatro estamos condenados un poco a la repetición y si no existen un sistema y método se hace muy difícil, queda muy librado a la fortuna, así que sí, es absolutamente necesario. Hasta para tener la posibilidad de improvisar me hace falta tener todo ese background, ese trabajo. Siempre es necesaria la herramienta.
– ¿Y de ahí en más las posibilidades son infinitas?
– Esa parte metódica tiene que ver con el sembrado de materiales y luego hay una parte donde esos materiales, en su desarrollo, combinación y crecimiento empiezan a mostrar sus distintas posibilidades y facetas. Eso es lo que me resulta muy interesante pensar, que la creación no es algo que esté determinado. Aun teniendo una secuencia armada, un discurso organizado, el hecho no termina de concretarse hasta ese momento de encuentro con el público. Si hay algo maravilloso en el teatro es esa necesidad de estar compartiendo ese momento presente con el público. No es lo mismo el cine, que ya queda registrado y se va a repetir de la misma manera siempre, que el teatro, donde puede ocurrir cualquier situación en la escena o en el público…
– Cualquiera sea, modifica a ambos…
– Absolutamente. A veces uno supone que la creación de una obra es lo que se da a través del estudio o los ensayos, pero eso en realidad es una previa, una preparación para la creación, que es cada vez en la escena.
– ¿Cuánto quedó en vos de aquellas movidas del Parakultural?
– El Parakultural y otras movidas también, porque más que un lugar en sí representaron un salto generacional, tienen que ver con la vuelta a la democracia, la pos dictadura y una necesidad de expresión que iba más allá de la palabra. Fue un momento donde el cuerpo empezó a ganar campo dentro del teatro
– ¿Casi salvaje, podría decirse?
– Casi salvaje pero en el fondo no sé si tanto. Todos tenían una súper formación, no era gente improvisada que hacía cualquier cosa. Creo que en esos momentos se respondía a una necesidad imperiosa de expresión después de tantos años de "el silencio es salud’. Fue abrir una botella de gaseosa que estuviste agitando durante mucho tiempo. Y la sensación es que había mucho por hacer…
– ¿Hoy cuál es la necesidad?
– Por ejemplo, en estos tiempos pos pandemia la pregunta va más por ¿es posible hacer algo? La pandemia puso sobre la mesa toda una situación de incomprensión respecto a lo que uno suponía que era la vida. De alguna manera seguimos teniendo una mentalidad muy antropocéntrica, muy renacentista, donde no hay un ejercicio de un conocimiento superior, un respeto por el misterio, un espacio para la espiritualidad, y no hablo de religión. Creo que para el teatro siempre hay algo de lo que hablar. El teatro es una expresión tan humana que tiene la necesidad constante de seguir adaptándose. Teatro es el momento presente.
En diálogo con Guillermo Angelelli: "Lo que no se ve (mi experiencia en The bridge of winds)", conversatorio de antropología teatral y herramientas teatrales. 20 hs, Teatro Sarmiento, gratis.