Aunque de algún modo sea una liberación luego de años de silencio, un “exorcismo” dirá ella; no es sencillo el momento que está pasando Emilia Claudeville tras confesar en medios nacionales que fue víctima de “violencia” y “acoso” por parte de Roberto Pettinato, el famoso conductor con el que trabajó como panelista en Duro de Domar, cuando hacía sus primeras armas en la tele; y quien aún no se ha pronunciado al respecto. Se atrevió a remover eso que ella creía resuelto y a hacerlo público luego de escuchar otras voces conocidas -como Karina Mazzocco y Mariela “Chipi” Anchipi- que ventilaron situaciones similares. “Este es el momento”, sintió, y fue para adelante. Y aunque no es nada agradable reflotar aquellas “humillaciones”, habla serena y firme de este tema delicado que volvió a ponerla en el centro de la escena. Tema que, después de pensarlo bastante, sacó a la luz por una razón: “No es venganza. Ni es sólo por mí, por este caso. Ni por él, que no es tan importante. Es para que no haya más ‘Pettinatos’ en ningún lado. Es para empujar a este contexto hermoso que estamos viviendo”, insistió la actriz y modelo sanjuanina en referencia a esta ola de denuncias y cruzada contra el acoso que bajo nombres como “No es no”, “Time’s up” (Se acabó el tiempo) y “Me too” (Yo también), se metió en lugares y con personajes otrora intocables, en diferentes latitudes. Ya claro el porqué lo cuenta y el porqué ahora, Emilia -quien asegura que varias conocidas se comunicaron con ella para decirle “lo que pasaron con ese señor”- se explayó sobre su capítulo de una historia que, sentencia, recién empieza.
– ¿Cómo va la vida luego de haber dicho lo que te pasó con Pettinato?
– Estos días han sido una locura… Si bien quedarse durante el verano acá ya es rarísimo, lo de estos últimos días me ha movilizado mucho más aún de lo que creía, porque el rebote, por suerte, fue enorme; y todos te llaman y quieren el relato en primera persona… Pero la palabra y el cuerpo tienen sus tiempos.
– ¿Pensaste en refugiarte en San Juan?
– Estoy acá (NdeR: en Buenos Aires) porque mi casa es acá y estoy súper enfocada en mis cosas. Estoy bien y estoy fuerte. Una manera de dar batalla es enfocarse en lo de uno. Después de contarlo, si bien te deja una sensación de revoltura, porque uno pensaba que ya eran cosas superadas y de resuelto no tenía nada, me di cuenta que necesitaba hacer público esto, más allá de una cuestión personal. Sí, al mismo tiempo que lo hago público se siente como un exorcismo, esto de sacarlo para afuera; y es una sensación de justicia, no de venganza, para que este señor reciba la condena social que se merece y no labure más. Pero además, de verdad entendí que tenía que hablar ahora porque el contexto y lo que está pasando con la filtración del feminismo en los medios masivos, donde antes nadie podía cuestionar, es un contexto muy amoroso para hablar… En este contexto el relato pisa más fuerte. No sorprende, porque de hecho soy la séptima persona que trabajó con él que salgo a denunciarlo públicamente, pero sí conmueve. Mi intención más allá de la particularidad de mi caso y de señalar a Pettinato y que reciba su condena social -que es una sensación muy satisfactoria por otro lado-, es que se hable de esto en los medios. Que se esté hablando en la tele de lo que pasa ahí adentro si sos mujer, de la desigualdad, de la marcada de poder de los machos, es importante, porque todos sabemos que esto está mal. Es un tema complejo, porque aceptamos esas formas pensando que es la única ecuación posible… Cuando sos mujer, sos chica y entrás a los medios, sabés que está mal y no querés que te pase… Yo me rompí el lomo y estuve cuatro años laburando y pasaron un montón de cosas…
– ¿Y elegiste quedarte y defender tu lugar?
– Claro, yo pensé que la batalla la ganaba resistiendo, quedándome. Yo planteé la posibilidad de renuncia un montón de veces, pero cuando veía que la respuesta era “Entre vos y él, el que se tiene que quedar es él, porque él es el que da plata”, me daba una bronca… y además si me iba, iba a venir otra víctima.
– ¿Tuviste miedo en algún momento?
– Por supuesto, es lo primero que genera una relación así. Pero yo estaba fuerte, el que me conoce sabe que no soy una persona sumisa, temerosa; pero esto no tiene que ver con la personalidad o el carácter que tengas… Soy una mujer de carácter muy fuerte y de hecho me peleaba y discutía con él y planteaba esta situación, no me callaba…
– ¿Y él qué te decía, entendía ese “no”?
– El entendía el “no”… y cuando muy claramente le dije “Señor, usted me da asco”, la cosa se puso peor. Aparece una batalla que una la transforma en personal, pero que era una relación que él proponía para con todas las mujeres. Esta manera grotesca de hacerlo y enfrente de todos, porque no era que lo hacía en los pasillos del canal, que también pasaba; hace que parezca poco serio. Construye un personaje de poca seriedad, cuando en realidad es muy en serio lo que está haciendo. A modo de chiste te tocaba, te chupaba el cuello, te apoyaba, te amenazaba… Es mucho más peligroso… Y esto causa gracia y vende programas.
– ¿Y en el momento, ningún otro hombre del equipo, por ejemplo, le puso un freno?
– Hace años que es así, no era nuevo. Y esa forma de ser de él viene causando gracia hace más de 20 años…
“A modo de chiste te tocaba, te chupaba el cuello, te apoyaba, te amenazaba… Es mucho más peligroso… Y esto causa gracia y vende programas…”.
– Quizás del otro lado de la pantalla no se veía todo esto…
– De todas maneras hay un montón de cosas que sí se veían y nadie reparó en eso… Entiendo que no se vio cómo me agarró del brazo y me estroló contra una pared, en vivo no, eso pasó en camarines; pero el reírse de la mujer, el pedirme que para hablar me vuelva a poner prótesis (senos), todo eso sí pasaba en vivo…
“No podía salir a pelear contra él en vivo porque no tenía el respaldo suficiente para hacerlo”.
– El televidente no sabía esta interna, la sabe recién ahora. Y tal vez, al no ver que alguien le pusiera los puntos, quedaba como un “humor consentido”…
– No existe ese consentimiento. Sería consentimiento si dos personas de igual poder en un programa discuten y consienten determinadas cosas. Él allá, Señor, como jefe de equipo y conductor, riéndose de una de abajo, de una mujer, de una chica 30 años más chica que él, eso no es consentimiento… Por supuesto que la gente no tenía por qué saberlo, y yo me he bancado algunas cosas y otras no, no me quedaba callada siempre; pero no podía salir a pelear contra él en vivo porque no tenía el respaldo suficiente para hacerlo. La respuesta de producción era “Queda feo cuando te enojás”, queda feo que la que ocupaba el lugar de “linda del programa” se enoje. O cuando las denuncias eran en serio te decían “Bueno, él es así, manejalo, vos sos más inteligente que él”… Entonces una sí termina accediendo, consensuando tal vez inconcientemente, una relación y decís “bueno, más o menos lo piloteo por acá”. Empezás a tener cintura en una situación en la que una debería ser muchísimo más radical. Pero cuando tenés 25 años y estás tratando de defender un puesto de trabajo que costó muchísimo conseguir, terminás cediendo ante algunos maltratos, porque pensás que es la única manera posible de que una mujer esté trabajando en los medios. Hoy a la distancia, y al margen de que una pregone y practique el feminismo de toda su vida, veo que permitía esa relación, ese maltrato. Pero en ese momento yo no pensé que era la víctima… sabía que estaba pasando un infierno, porque pasé un infierno, pero pensé que mi postura de quedarme y de defender mi trabajo era mi manera de ganar la batalla. Él me amenazaba y me decía “Yo no voy a parar hasta que vos no llores en vivo” y yo aguantando las lágrimas y diciendo lo que podía y resistiendo, pensé que ganaba…
– ¿Te arrepentís de haber aguantado eso?
– No sé si la palabra es arrepentimiento, más bien es un aprendizaje. Hoy reconozco que debería haberme ido, sí. Debería haberme ido con una denuncia así de grande en un escritorio.
– ¿Lo denunciaste en la Justicia?
– No
– ¿Por qué?
– Porque hoy estoy reconociendo que eso que pasó hubiera merecido una denuncia de ese tamaño…
– ¿La harías?
– Por supuesto, si es necesario se lleva hasta donde sea, pero no sé si se puede en este momento. De todas maneras tengo el apoyo de un montón de gente muy hermosa y dispuesta a ayudarme si hay que iniciar acciones legales…
– Creés que hacerlo público es suficiente…
– No, creo que siempre es necesario dar el paso legal. Pero por el momento hacer público este relato, la condena social para una persona como él, que la conozco, es lo peor que le podés hacer.
– ¿Se reunieron las chicas que lo denunciaron?
– No, porque todo esto ha sido muy reciente. Yo llegué a la ciudad y empecé a ver la participación de amigas como Bimbo, de Julia Mengolini en Intrusos, y eso me llevó al relato de Chipi, y eso al de Mazzoco, y fue como… “Ok, el momento para hablar es ahora”, porque mientras más voces le caigan a este señor al mismo tiempo, mayor será su condena social. Y que quede claro, juro que esto no es un ensañamiento contra Pettinato, este contexto y estos relatos habilitan a que a todos los “Pettinatos” que andan por ahí tiemblen, se les frunza el cu…, que sepan que hoy, hacen algo y hablamos…
“Hoy reconozco que debería haberme ido, sí. Debería haberme ido con una denuncia así de grande en un escritorio”.
– ¿Te ha vuelto a pasar, con otras figuras?
– Machismo permanentemente, marcadas de poder, pero no de esa manera traumática, a este nivel de humillación, pero hoy, de verdad, de mucho aprendizaje también, porque una empieza a sanar de verdad cuando se reconoce víctima. Y para reconocerse víctima hay que dejar el ego de lado.
– ¿Qué les decís a quienes -hombres y mujeres- justifican el acoso diciendo “la minita es una histérica”, “es provocativa”, “usa tal o cual ropa”?
– Que evolucionen, que se informen, porque ese discurso prescribió, es viejo, es una falta de formación enorme. Estamos en el 2018, hoy el mundo es otro… Ese pensamiento es ser cómplice. Que te cause gracia es ser cómplice. Acá hay que ser radical. O estás de un lado, o del otro.
– ¿Pettinato se comunicó con vos después de tu declaración?
– No, él no ha dicho nada. Hace rato están buscando su palabra y se esconde como una rata.
– ¿Pero en privado, con vos?
– ¡Nada! Tampoco espero que lo haga. Se está muriendo de vergüenza…
– Si la Emilia de ahora lo tuviera frente a frente… ¿qué le diría?
– (Piensa un largo rato) Le volvería a decir lo mismo, “Señor, usted me da asco”.
“Juro que esto no es un ensañamiento contra Pettinato, este contexto y estos relatos habilitan a que a todos los ‘Pettinatos’ que andan por ahí tiemblen”.