
Desde hace un tiempo se viene observando una situación particularmente llamativa y que no reconoce fronteras, parece ser más bien “generacional”. Es el de aquellas parejas cuyo vínculo afectivo se ha disuelto pero que sin embargo continúan viviendo juntos.
Nos referimos principalmente a aquellos matrimonios con pocos años de convivencia, con o sin hijos, que no han podido superar “la crisis” que les tocó enfrentar, entonces comienzan a transitar una nueva etapa en su relación, ahora como “ex” pero compartiendo un mismo hábitat. Esto también es aplicable a aquellos que no están casados legalmente pero han podido formar juntos un patrimonio más o menos importante. Es mucho más común de lo que se pueda creer y hay ejemplos hay varios.
La realidad marca que, más allá de cada caso, hay tres principales motivos:
1) Económico: como se sabe mucho cuesta llegar a la casa propia o encontrar el lugar que servirá de “nido”, sin embargo cuando el amor desaparece tendrán que sortear un sin números de situaciones a definir, una de ellas es si venden o no la casa, pues en la gran mayoría de los casos la venta del inmueble no alcanzará para comprar dos más pequeños para ambos y sus hijos. Si a eso le sumamos que además deberán soportar los gastos con un solo ingreso y no con dos como lo era hasta hace poco.
2) Los Hijos: Cuando hay hijos, sobre todo pequeños, es común pensar que no obstante haber fracasado “como pareja”, para no hacerlo “como padres” es mejor continuar viviendo así. De esta manera se centran en sus roles paternos para no afectar prácticamente en nada la dinámica familiar a la que estaban acostumbrados.
3) Emotivo: Es también común que alguno de los miembros de la “ex pareja” guarde consciente o inconscientemente la esperanza de recomponer lo que ya no existe ingresando peligrosamente a un limbo afectivo, alargando como un chicle lo que es inevitable, hasta que finalmente lo pueda aceptar y poder hacer el “duelo” tan duro como necesario para cerrar una etapa de sus vidas.
Ya en nuestro derecho, anterior al Código vigente (que data de agosto de 2015), se comenzó a reconocer la viabilidad del divorcio de aquellos que estaban“separados”por no compartir el lecho conyugal, aun cuando vivan en la misma casa.
Pero más allá de las motivaciones y de todo lo dicho debe entenderse a esta situación, de las ex parejas convivientes, como algo absolutamente transitorio, temporal, tarde o temprano, deberán y necesitaran continuar con sus respectivas vidas.
Ello es así aun los motivos que tuvieron para continuar viviendo un tiempo extra junto. Así podemos decir respecto a los motivos económicos que es necesario liquidar u ordenar a nivel patrimonial todos los benes en común y así los que se vayan adquiriendo lo será a título personal.
Respecto de los hijos lo que ocurre es que por más que duerman en camas separadas, los problemas de convivencia o de otra índole subsistirán, lo que puede traer aparejado una dinámica disfuncional y negativa para los niños, que irónicamente es a quienes intentaron proteger.
Finalmente, la tercer causa aquí mencionada, de índole emotiva o afectiva, es más bien inherente a la personalidad o contexto en que se encuentre. De todas maneras llegará el momento de recibir un nuevo ciclo con todo lo que ello significa, incluyendo nueva pareja, lo que a su vez, en el caso de existir hijos, dará píe a lo que hoy conocemos como “Familias Ensambladas”.
En síntesis, aquellos que estén atravesando una situación similar a lo aquí descripto, y más allá de su resultado, seguramente busquen salir de esta incertidumbre e indefinición para cerrar de una vez esta etapa.
Colaborador: Javier A. Hidalgo Caballero – Abogado / Cel (0264) 155-650317 / jhidalgo_caballero@yahoo.com
