En realidad, entre diferentes épocas y culturas sólo cambian los repertorios de ritos. Podemos ejemplificar con un cumpleaños de 15. Analógicamente si hablamos de países, en estos casos se emplean diversos indicadores para dejar promulgado algún progreso conseguido. El incremento del Producto Bruto Interno, crecimiento de inversiones, democratización y la paz social, podrían ser algunos de ellos.

Cuando se analizan culturas distantes en el tiempo, suelen despertar interés ritos y costumbres que se nos antojan extravagantes. Desde una época como la actual, en apariencia regida por la tecnología, nos sentimos distantes de todo lo que no sea estrictamente racional y lógico. Pero ello es sólo una distorsión del ego propio de estos tiempos, no un conocimiento: el ser humano responde a una naturaleza definida. En realidad, entre diferentes épocas y culturas sólo cambian los repertorios de ritos, pero siempre los hay. Todo esto queda revelado por la Antropología, disciplina que estudia a los seres humanos integralmente, es decir, en su interacción, costumbres, valores, creencias y también físicamente.

Bajo diferentes epidermis, toda época y cultura ha instrumentado lo que se conoce como "Ritos de tránsito o transición". En esquema básico, se los podría entender como fórmulas para exponer ante la sociedad un paso trascendente en la vida.

La ceremonia matrimonial es un rito de tránsito, como lo son los juramentos de funcionarios, bautismos, fiestas de egresados, traspasos de mando, celebración de fin de año, despedidas de solteros, etc.

EL CUMPLEAÑOS DE 15

Un rito de transición local característico, que siempre generó expectativas entre los partícipes, es el cumpleaños de 15 de las chicas, donde se presenta en sociedad a una nueva mujer en abandono de su condición de niña. Es este un ritual privativo de América Central y del Sur.

La razón por la que existen ritos de transición es para contrarrestar inercias. Se concibe algún tipo protocolo para dejar en claro ante los protagonistas y la sociedad, sin dejar lugar a dubitaciones, que desde ese momento los roles y las conductas esperadas serán otros.

En comunidades antiguas y rurales se cumplimentaban roles sociales consecutivos (niño, cazador, marido, consejero, etc.), exigiendo la observancia escrupulosa de ritos de tránsito en cada paso. La historia también registra ritos que configuraron el perfil de culturas enteras. Los mayas, por caso, imponían a sus varones un cambio de nombre al superar la pubertad, adoptando otro que describía su carácter.

Entre los antiguos romanos, desde los 14 o 15 años, las chicas pasaban a ser denominadas "domine", es decir señora dueña de casa; una poco disimulada declaración sobre la expectativa social y familiar en torno a ellas.

A los varones, se les imponía el abandono de la toga infantil para vestir la toga viril, blanca y sin ornamentos. Este atavío constituía el símbolo de que ya estaban listos para asumir responsabilidades para las cuales habían sido preparados. Inclusive actualmente toda cultura exhibe reveladores ritos de transición.

En Japón, y desde hace 1.200 años, los segundos lunes de enero, jóvenes de ambos sexos, al cumplir los 20 años, celebran en el ayuntamiento local su paso a la adultez, recibiendo regalos y afecto de familia y allegados. A partir de entonces, se los considera maduros, pueden votar y beber alcohol. Se evidencia un talante de seriedad e irreversibilidad en todos estos protocolos de tránsito.

El caso argentino resulta atípico en todas sus dimensiones. Se trata del único país que, en el dilatado transcurso de un siglo, registró un retroceso obstinado, salvo alguna eventual excepción.

ANALOGÍA CON LOS PAÍSES

Si el rito de transición puede entenderse como un paso formal hacia otra fase o etapa, podría establecerse una analogía con los países. Sin embargo, en estos casos se emplean diversos indicadores para dejar promulgado algún progreso conseguido. El incremento del Producto Bruto Interno, el ascenso de la esperanza de vida y de la alfabetización, la estabilidad económica y el crecimiento de inversiones, la democratización y la paz social, podrían ser algunos de ellos.

En la lectura imparcial de tales indicadores quedaría acreditada la transición hacia algún mejoramiento… o no. En ocasiones describiendo un zig-zag, o con algún retroceso eventual, pero en general todas las naciones van dando pasos hacia metas confluyentes: la estabilidad, la paz y el desarrollo integral.

EL CASO ARGENTINO

En contraposición, el caso argentino resulta atípico en todas sus dimensiones. Se trata del único país que, en el dilatado transcurso de un siglo, registró un retroceso obstinado, salvo alguna eventual excepción. Cuando indicadores negativos exigirían replanteos de raíz, en realidad y desde hace décadas, aquí sólo son aprovechados como anécdotas para el pretexto, por lo que todo termina derivando en inercias. Pareciera una nación que hubiese abandonado sus "ritos de transición hacia el desarrollo". Pero no es así, en realidad se adoptaron otros. Conforme a los credos de larga data imperantes, el rito de tránsito, no ya para el país sino para en lo personal "pertenecer" al establishment, consiste en adoptar una actitud indiferente o tangencial hacia los hechos. En concordancia, la focalización se concentra sólo en las palabras. Es el camino por el cual se fue diluyendo todo objetivo vinculado a lo concreto.

La realidad, en réplica desafiante, exhibe palmaria indiferencia a las más ejercitadas estrategias retóricas. Con su claridad lógica, Isaac Asimov advertía que "negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho".

 

Por Marcelo Medawar
Licenciado en Ciencias de la Comunicación