Inés Estévez (de 52) fue quien encarnó a la exesposa de Abel Prat, el rol de Julio Chávez en El Maestro, la serie de El Trece dirigida por Daniel Barone, que el miércoles próximo emitirá su capítulo Nro. 12, el final. Apasionada por su oficio, supo construir a una bailarina emocionalmente compleja que, según ella, no tiene puntos de contacto con su personalidad. 

Manipuladora, resentida y ambiciosa; su villana no se quedó ahí. Detrás de la maldad, elaboró a una mujer que lloró por amor, tanto por el que sufrió en el pasado con Prat que la dejó embarazada y frustró sus sueños, como el que vivió por Bianca (Luz Cipriota); y que se sensibilizó al conocer a su nieto. En la emisión pasada, alcanzó el nivel máximo de interpretación; al consumir pastillas y whisky hasta perder la vida en un accidente de tránsito.

 

Sus dos amores. Con Bianca (Cipriota)

 

¿Es su primera “mala” en la televisión?

– Casi que sí. Con esta apariencia clarita y sutil siempre me convocaron para ser la “buena”. De todos modos hice personajes más fuertes, con carácter, por ejemplo en Mujeres asesinas (El Trece). Paulina es una criatura antagónica a Prat (Chávez), tiene una conducta de características manipuladoras, mentirosas y no le importa si cae en el soborno. El equipo estaba muy interesado en que ella fuera malvada, especialmente Adrián (Suar).

De todo modos, existe cierta vulnerabilidad desde su composición…

– Los autores, Romina Paula y Gonzalo Demaría, vienen del teatro y son buenos, ya están acostumbrados a construir situaciones a partir de una mayor complejidad. Durante la única reunión que mantuvimos, realicé un único pedido: que existiera una razón o un justificativo válido para las actitudes de maldad deliberada de Paulina. Detrás del resentimiento siempre existe un gran dolor y el libre albedrío, ya que un adulto puede elegir si capitalizarlo y transformarlo en algo constructivo, o no. 

 

 Con Prat (Chávez)

 

Paulina hace exactamente lo contrario…

– Sí. Tomó ese hecho de postergación, causante de su amargura, desde una óptica destructiva y lo enarbola contra el personaje de Julio. Paulina ejecuta acciones que no avalo; pero si no hubiera elegido ese camino, el conflicto y la historia no se hubieran desarrollado. Por supuesto que, como actriz, al ponerse en la piel de alguien con quien no tenés puntos de contacto resulta un desafío.

La danza en la serie o la música… ¿son disciplinas tan importantes como la actuación?

– Sí; de hecho, danza es lo único que estudié formalmente: bailé clásico de los 4 a los 13 años, cuando estaba lista para hacer puntas no pude porque aún no tenía los huesos lo suficientemente desarrollados. Vivía en Dolores donde la formación académica no existía, por eso a los 12 quise venir a estudiar al Colón, pero mis padres no tenían cómo sostenerlo; luego todo lo relacionado con la música y la literatura fueron mis vocaciones. La actuación fue algo que se fue dando y me formé mientras trabajaba. Finalmente, me vine a los 17 con la idea de retomar danza y tuve mi primer papel en Saltimbanquis, un musical.

La danza es exigente y a los bailarines los tildan de “perfeccionistas”…

– Sí, el academicismo genera cierta tensión respecto de la excelencia en los resultados, algo que sucede también en el mundo de la lírica: existe una disciplina importante, más una dependencia del instrumento físico que predispone a la tensión y a la neurosis.

Julio Chávez también tiene fama de perfeccionista.

– Desmitifiquemos: él es un sol como persona, lo estimo. Vive enfocado en hacer bien lo suyo y en el resultado final. No tuvimos tantas interacciones en El Maestro y lo lamento, porque cuando nos cruzamos es desde la fricción. En cambio, al compartir otros momentos, nos miramos y surgen las complicidades casi inmediatamente. (Fuente Télam)