Todos los candidatos al diván. Esa fue la propuesta de un candidato a presidente. Por lo menos sería una innovación, ya que no se les exige idoneidad. Como si lo es en la actividad privada, para cualquier ingresante.

El próximo domingo son las elecciones para elegir Presidente. No parece el momento ideal para concurrir a las urnas con la mente serena, y enfocada en la importancia del acto que el ciudadano va a ejercer. Un acto del cual, se espera, debe ser racional, bien pensado, es probable que esté impregnado por la desesperación, la angustia y la sensación de desamparo. Es difícil mantener la vertical, cuando asola la trepada del dólar, por ende la inflación, cuando la economía hace agua y, para colmo, una nueva guerra atenta contra la seguridad global. El mundo parece estar sentado sobre un polvorín, con terroristas ávidos de destrucción y sangre. La deshumanización, en su más alta y siniestra expresión.

Salvando las distancias, lo que pasa en nuestro país no es una guerra, pero la actitud de algunos candidatos, si se parece al delirio y la locura, que exhiben aquellos terroristas que están exterminando familias enteras. La pobreza es insultante, el precio de los alimentos es inalcanzable para la mayoría. La salud está en serio riesgo por la carencia de medicamentos, descartables, prótesis e instrumental, producto de la falta de dólares de importación. La educación, pilar fundamental, traduce su fragilidad en los índices de deserción escolar y el bajo puntaje en materias claves como lengua, matemáticas e interpretación de textos. Y sigue la lista de índices negativos, que ya agobia.

Pero a mí, la escena que se me figuró, en los días previos a que el dólar alcanzara la terrorífica cifra de los un mil pesos, fue la de seres espectrales atizando el fuego de una hoguera, dantesca celebración del horror, danzando en rededor. En esa hoguera, ardida de inflación, se consumían seres humanos que no tienen modo de escapar de las llamas. La perversidad, atravesada de una irresponsabilidad enajenante, parecía recibir impulsos que cada vez mayores, que estimula esa pasión sicótica por echar más combustible al fuego. "Mientras más arde, mejor”.

Fue una visión. Tal vez delirante, como lo es este escenario de índices escalofriantes, donde el ciudadano actúa como aquel desesperado que trata de huir de las llamas. Ese infierno tan temido. Y uno que le dice "vete al dólar, huye de los pesos”, otro que le dice "tranquilo, lo peor ya pasó” y ve como vuelca billones de pesos sin respaldo, como en aquellos tiempos en que se estiraba el vino con agua. Vino que no valía nada. Pesos que no valen nada. Y la hoguera que arde con llamas que remontan cada vez más alto.

Lo que pasa en nuestro país no es una guerra, pero la actitud de algunos candidatos, si se parece al delirio y la locura.

TODOS AL DIVÁN

Pero en medio de la locura, alguien tuvo una idea. Alguien parece haberse detenido y habrá pensado "¿no estaremos todos locos”? Confieso que, en algún momento de este envío, pasó por mi cabeza si acaso no estaba fuera de mis cabales, con la espectral visión que estaba describiendo. ¿Qué hacía hablando de monstruos alimentando una hoguera, si lo mío es la política? La locura es contagiosa, dicen.

Entonces ese alguien, propone mandar los candidatos, él incluido, a una prueba siquiátrica. Una idea loca, pero brillante, aunque no esté entre los requisitos constitucionales para ser presidente. Tal vez lo hacía para reforzar la sospecha sobre que otro de los candidatos está verdaderamente loco. Pero me pareció una iniciativa luminosa. 

Todos al diván. Por lo menos, ya que no se les exige idoneidad. Como si lo es en la actividad privada, para cualquier ingresante.

Hace unos meses me referí a un libro de reciente aparición del italiano Lugi Zoja "Paranoia, la locura que hace la historia”, donde cuenta como seres carismáticos, pero desquiciados, llegaban por obra de la ingenua candidez de los ciudadanos, a lugares claves y producían hechos que marcaban la historia. Generalmente para mal. Los ejemplos sobran. Dice Zoja, en su introducción que "el mundo griego nos indicó el camino para acceder al conocimiento del cosmos, tanto externo como interno, y nos mostró también lo que podemos esperar si no somos capaces de orientar nuestra vida de modo racional y de construir, con ello, una forma social y política de convivencia que esté o pueda estar en plena conformidad con nuestra naturaleza”. 

UNA VIDA DIGNA

Es decir, "nos legó el deseo de alcanzar el conocimiento adecuado de todo lo que ocurre a nuestro alrededor y en nosotros mismos para poder llevar una vida digna. Pero también nos enseñó de manera cruda las profundas contradicciones y tensiones de aquellas fuerzas oscuras que inundan nuestro interior y que a menudo adquieren, pese a nosotros mismos, una espantosa presencia exterior en nuestras acciones afectando, de modo consciente o inconsciente, a todos los que están cerca de nosotros, y alterando así el ordenamiento del mundo social que compartimos. Estas fuerzas oscuras son capaces de perturbar nuestra mente y psiquismo, hundiéndonos en la soledad de la locura y del delirio”.

Un alto en el camino, para saber de qué estamos hechos, Dónde vamos. Presiento que ninguno ha mencionado plan general para salir adelante y nadie querrá someterse al examen, pero estoy seguro que al ciudadano le gustaría comprobar que hay dentro de la cabeza, de esos que aspiran a conducir los destinos de su Patria.

 

Por Orlando Navarro
Periodista