El paraje de la Difunta Correa, en Caucete, está cerrado desde hace casi 7 meses cuando empezó el aislamiento social. Y mientras los fieles no tienen dónde llevar sus tradicionales botellas con agua, la necesidad de pedir ayuda espiritual en el marco de la pandemia se vuelve cada vez más fuerte. En este contexto, un mural de Deolinda Correa que está pintado frente a la plaza Gertrudis Funes, en Capital, se volvió un oratorio improvisado donde fieles llevan botellas, regalitos y hasta se detienen a pedirle protección. Según los vecinos, este mural fue pintado hace dos años, aproximadamente, y en medio de la pandemia se volvió popular entre la gente de la zona.

Los colores del mural llaman la atención desde lejos. Sin embargo, al acercarse a la pintura, que está en una pared ubicada en calle San Luis entre Jujuy y Aberastain, las botellas con agua que están en la vereda hacen que la postal sea aún más llamativa. “Desde que estamos en este periodo tan difícil -por la pandemia- la gente deja más botellas. Antes encontrábamos una o dos por semana, ahora hay botellas siempre y hasta dejan paquetes con regalitos envueltos, que nosotros no tocamos porque suponemos que son promesas o agradecimientos, pero después desaparecen. Seguro que alguien se los lleva”, dijo María Cabrera, una vecina que vive justo al lado del mural y que comentó que ellos casi nunca ven a las personas que dejan las botellas. Al igual que ella, otras vecinas del lugar comentaron que también hay personas que se detienen a rezar y que se pasan muchos minutos parados frente a la imagen. “Este mural siempre llamó la atención, pero ahora desde que empezó el coronavirus en San Juan hay más fieles que se paran a tocar la pintura. Hay mucha necesidad de sentirse protegido”, dijo Zulema Ortiz, una mujer que vive a la vuelta de donde está el mural. Mientras que Elena Carrizo, otra vecina, dijo que hay muchas personas que demuestran su devoción por la imagen y que a ellos les llama la atención que en plena ciudad esa pintura se volvió como una sede del paraje caucetero donde miles de fieles hacen promesas y piden favores a Deolinda Correa. “Se ve que por la pandemia la gente empezó a pedirle más, porque a diario aparecen muchas botellas en el lugar”, agregó.

 

Una gruta en un árbol

Hace unos 20 años, el plátano de la esquina de Jujuy y 25 de Mayo (a metros del mural) se convirtió en una gruta. La iniciativa fue de Graciela Malamutt, una mujer que durante muchos años vendió diarios en esa esquina y que es “fanática” de los santos. Luego de que al árbol le cortaron una rama por estar seca, quedó un hueco de 30 cm de diámetro que la mujer aprovechó para poner una imagen de San Expedito en su interior. De tanto en tanto cambia la imagen por la de otro santo o virgen para que la gente les pueda rezar. Ahí, los fieles suelen dejar flores y cartas.