Comienza diciembre y con este mes la cuenta regresiva para todo lo que conlleva fin de año. El primer “evento” que se vive es el armado del arbolito, donde cada hogar, sobre todo si hay niños, se revoluciona cuando llega el 8 de diciembre.
Comienza el desfile de cajas que estuvieron guardadas durante meses cargadas de adornos, luces que uno nunca sabe cómo, pero están hechas un nudo y el pino artificial verde que por casi un mes decorará cada casa.
El armado del arbolito es una herencia de generaciones, pero ¿sabes por qué lo hacemos?
Los celtas tenían la costumbre de adornar un roble cada 8 de diciembre por la llegada del solsticio de invierno, para asegurarse del regreso de Frey, dios del sol y la fertilidad.
El cristianismo adaptó la historia ajustando la tradición del armado del pino con adornos y luces al nacimiento de Cristo, siendo el mismo una representación del amor de Dios y la vida eterna. El significado que le dieron fue: la forma triangular representa a la Santísima Trinidad, las pelotas de colores simbolizan las manzanas del paraíso habitado por Adán y Eva, mientras que las luces que decoran nuestro pinito representan la luz de Cristo.
Pese a esto, hay cientos de versiones, leyendas y quienes se adjudican el inicio de esta tradición que se realiza en el mundo entero.
Que el árbol de Navidad se arme el mismo Día de la Inmaculada Concepción no es mera coincidencia. El Papa Pío IX, en su bula Ineffabilis Deus, el 8 de diciembre de 1854 proclamó que María “por un privilegio único fue preservada de la macha original desde el primer instante de su concepción”.
Esto significa que fue preservada del pecado original, por eso, cada 8 de diciembre se celebra el Día de la Inmaculada Concepción de María, es decir, el día que San Joaquín y Santa Ana concibieron a la Virgen María.
En muchos hogares, cuando los más chicos comienzan a crecer, se le quita importancia a este tipo de tradiciones navideñas, como armar el arbolito, decorar la casa con luces, preparar la cena de Navidad o compartir otro tipo de momentos.
Pero no debemos olvidar que estas fechas son más que una excusa comercial. Sirven para transmitir valores como solidaridad, tolerancia y generosidad, para pasar tiempo en familia construyendo momentos que renuevan nuestro espíritu.
Aunque te parezca una actividad vacía de sentido, si tienes la posibilidad, arma un arbolito en casa y prepara el espíritu para vivir esta época del año de otra manera, en búsqueda de la renovación, algo que como sociedad necesitamos mucho.