Brasil no logra salir del terror de la pandemia. La nueva variante de Manaos hace estragos mientras el presidente Jair Bolsonaro minimiza las consecuencias del COVID-19 y se burla de las restricciones aplicadas en otros países, como en la Argentina. En aquel país hay un aumento de fallecimientos de personas menores de 59 en ese país, debido a la cepa P.1, mucho más contagiosa y letal que la versión original del SARS-CoV-2. Ahora, y a poco más de un año del comienzo de la emergencia sanitaria mundial, cifras oficiales difundidas por el Ministerio de Salud local revelaron que entre febrero de 2020 y el 15 de marzo de 2021, el coronavirus mató al menos a 852 niños, incluidos 518 bebés menores de un año.
Los fallecimientos en Brasil están en su punto máximo y como no se avance con el plan de vacunación y se endurezcan las medidas preventivas, las cifras van a seguir en aumento. Ahora, ¿por qué tanto niños mueren por coronavirus cuando estudios científicos demostraron que la enfermedad no suele ser de gravedad en los menores de edad? Al respecto, Fátima Marinho, asesora principal de la ONG de salud Vital Strategies, le dijo a CNN: “Existe la idea errónea de que los niños corren cero riesgo de un contagio de coronavirus”. De hecho, para ella la cifra de mortalidad infantil por COVID-19 es más del doble ya que “existe un problema grave de bajo registro debido a la falta de pruebas que reduce las cifras”.
La especialista revisó el exceso de muertes por Síndrome Respiratorio Agudo (SARS) durante la pandemia y encontró que hubo al menos 10 veces más muertes que en años anteriores. Considerando esas estimaciones, para ella el virus mató a unos 2.060 niños menores de nueve años en Brasil, incluidos 1.302 bebés.
Brasil es el segundo en el mundo en lo que respecta a cantidad de contagiados y eso se ve también reflejado en los casos de menores. Al respecto, Renato Kfouri, presidente del Departamento Científico de Inmunizaciones de la Sociedad Brasileña de Pediatría, sostuvo: “Cuantos más casos tengamos y, por ende, más hospitalizaciones, mayor será el número de muertes en todos los grupos de edad, incluidos los niños. Pero si se controlara la pandemia, este escenario evidentemente podría minimizarse”.
La realidad es que las pocas medidas tomadas por el gobierno brasileño para hacerle frente a la pandemia son cuestionadas en el mundo. Su sistema de salud está colapsado y algunos especialistas dicen que ese país hizo todo lo que no había que hacer para frenar al virus. La realidad es que ya no hay camas ni respiradores disponibles, hay una escasez de medicamentos básicos y pocas medidas preventivas por parte de la sociedad. En paralelo, Bolsonaro se rehúsa a los encierros estrictos y la gente se moviliza con absoluta normalidad: en marzo murió el doble de personas que en cualquier otro mes de la pandemia y la tendencia al alza continúa.
Para Marinho, existen varios factores que influyen en los fallecimientos de menores por coronavirus en Brasil: la falta de chequeos y exámenes médicos, la precariedad y pobreza, la marginalidad, entre otros. “Es usual que el diagnóstico llegue demasiado tarde, cuando ya están gravemente enfermos. Tenemos un grave problema en la detección de casos. No tenemos suficientes pruebas para la población en general, menos aún para los niños. Debido a que hay un retraso en el diagnóstico, también lo hay en la atención del menor”, confesó.
En esa línea, aclaró que los malos diagnósticos también son responsables por las muertes de los niños con coronavirus. “Es más fácil pasar por alto o diagnosticar erróneamente los síntomas de los menores que padecen COVID, ya que la enfermedad tiende a presentarse de manera diferente en las personas más jóvenes. Un niño tiene mucha más diarrea, mucho más dolor abdominal y dolor en el pecho que los vistos en un cuadro clásico de la enfermedad. Debido a que hay un retraso en el diagnóstico, cuando el menor llega al hospital está en una condición grave y puede complicarse y morir”, alertó.
Un estudio de 5.857 pacientes con COVID-19 menores de 20 años, realizado por pediatras brasileños, dirigido por la Facultad de Medicina de Sao Paulo identificó a las enfermedades de base y a las vulnerabilidades socioeconómicas como factores de riesgo para el peor desenlace en menores de edad.
Braian Sousa, líder de la investigación, dijo que su estudio identifica ciertos grupos de riesgo entre los niños a los que se debe dar prioridad para la vacunación, aunque actualmente no hay vacunas disponibles para menores de 16 años.
“La mayoría de los menores afectados por coronavirus tiene enfermedades, trastornos (afecciones existentes como diabetes o problemas cardiovasculares) o sobrepeso”, sostuvo en diálogo con CNN Lohanna Tavares, infectóloga pediátrica del Hospital Infantil Albert Sabin en Fortaleza, la capital del estado de Ceará.
Por su parte, Marinho indicó: “Los más vulnerables son los niños afrodescendientes y los menores de familias muy pobres, ya que tienen más dificultades para acceder al auxilio médico. Las condiciones de vivienda hacinadas hacen que sea imposible distanciarse socialmente cuando se infectan. Además, las comunidades más pobres no tienen acceso a una unidad de cuidados intensivos local. Por eso es el grupo social con mayor riesgo de muerte”.
La especialista también le dijo a CNN que estos niños corren riesgo de desnutrición, lo que es “terrible para la respuesta inmunológica”. “Cuando se detuvieron las subvenciones en medio de la pandemia, millones volvieron a entrar en graves problemas de subsistencia. Pasamos de 7 millones a 21 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza en un año. Así que la gente también pasa hambre. Todo esto tiene un impacto en la mortalidad”, argumentó.