Debido al mal clima, la NASA debió posponer el despegue de su misión tripulada al espacio y operada con un cohete de la empresa SpaceX. Menos de 20 minutos antes del lanzamiento, el comando central determinó que las condiciones no serían lo suficientemente auspiciosas a las 16:33 (20:33 GMT) del este de los Estados Unidos para seguir adelante.

“La seguridad de los miembros de nuestra tripulación, Doug Hurley y Bob Behnken es nuestra prioridad máxima”, indicó en su cuenta de Twitter Jim Bridenstine, el coordinador de la NASA. El nuevo intento tendrá lugar el próximo sábado a las 3:22 PM, hora del este (7:22 PM, GMT).


Al igual que el del martes, tendrá lugar en la plataforma 39A del centro espacial Kennedy, desde donde despegaron Neil Armstrong y sus compañeros de la misión Apollo 11. El cohete SpaceX, con la nueva cápsula Crew Dragon, buscará esta vez poder despegar hacia la Estación Espacial Internacional (EEI).

Bob Behnken y Doug Hurley, los dos hombres elegidos por la NASA para esta misión de demostración, habían estado en cuarentena durante dos semanas. A pesar del encierro, el plan se mantuvo. Los hombres ingresaron a la cápsula poco después de las 13:00 y una hora antes del despegue se cerró la escotilla, para comenzar luego la carga de combustible. Sin embargo, finalmente la misión debió ser pospuesta.

Space Exploration Technologies Corp., fundada en 2002 por Elon Musk, un empresario obsesionado con Marte y con la determinación de cambiar las reglas del juego de la industria aeroespacial, se ganó la confianza de la agencia espacial más grande del mundo.

SpaceX se convirtió en 2012 en la primera empresa privada en acoplar una cápsula de carga a la EEI. Dos años después, la NASA le pidió que adaptara la cápsula Crew Dragon para poder transportar astronautas.

La agencia espacial ha pagado más de 3.000 millones de dólares a SpaceX para diseñar, construir, probar y operar su cápsula y hacer seis viajes espaciales de ida y vuelta. El desarrollo experimentó retrasos, explosiones, problemas de paracaídas, pero SpaceX venció al gigante Boeing, al que la NASA también pagó para hacer una cápsula, la Starliner, que aún no tiene lista.

La inversión, decidida durante las presidencias de George W. Bush para el envío de carga y Barack Obama para el de astronautas, se considera fructífera en comparación con las decenas de miles de millones que costaron los sistemas anteriores desarrollados por la NASA.

“Algunos han dicho que es inviable o imprudente trabajar con el sector privado de esta manera. No estoy de acuerdo”, dijo Obama en 2010. La decisión del ex presidente se encontró con la hostilidad del Congreso y de la NASA.

 

Trump, presente

 

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asistió al intento de despegue. De haber sido este exitoso, hubiera sido el tercer mandatario en funciones del país en observar la salida de un vuelo tripulado, después de Richard Nixon y Bill Clinton. Todavía no ha confirmado si volverá a Florida el sábado para el nuevo intento. El republicano trata de reafirmar la dominación estadounidense del espacio y ha ordenado el regreso a la Luna en 2024.

Si la NASA pudiera confiar al sector privado las misiones más cercanas a la Tierra, dentro de la “órbita baja”, esto le permitiría destinar presupuesto para sus misiones más lejanas. “Imaginamos un futuro en el que la órbita baja de la Tierra está completamente privatizada, donde la NASA es solo un cliente entre otros”, dijo Jim Bridenstine, administrador de la agencia. De lo contrario, “nunca iremos a la Luna ni a Marte”.

“Toda América tendrá la oportunidad de ver a nuestro país hacer algo increíble nuevamente”, agregó Bridenstine.

La agencia espacial resucitó un logo apodado “el gusano”, utilizado en la década de 1970, que con sus líneas rojas adornará el cohete, en un guiño a la nostalgia de la potencia y la carrera por conquistar el espacio.

SpaceX entró en la historia al convertirse en la primera compañía privada en acoplar una cápsula con provisiones a la ISS en 2012. Dos años más tarde, la NASA ordenó avanzar hacia el envió de astronautas, adaptando la cápsula Dragon para el transporte de pasajeros.

Así, colaboró con el sueño original de Musk: “habíamos puesto ventanas en la versión de carga del Dragon”, recordó el lunes el alemán Hans Koenigsmann, vicepresidente de SpaceX.

“Fuimos fundados con la idea del vuelo espacial humano”, agregó emocionado.

La Crew Dragon es una cápsula como la Apollo, pero del siglo XXI. Las pantallas táctiles han reemplazado los botones y los joysticks. El interior está dominado por el blanco con una iluminación más sutil, nada que ver con los enormes transbordadores que funcionaron entre 1981 y 2011.

“Esperamos un vuelo más suave pero más ruidoso”, dijo Bob Behken, quien al igual que su compañero de misión viajó dos veces en aquellos transbordadores.

A diferencia de los transbordadores, uno de los cuales explotó en 1986 después del despegue (Challenger), la Crew Dragon puede separarse del cohete en caso de emergencia.

La cápsula llegará a la estación espacial, situada a 400 kilómetros sobre el nivel del mar, el jueves y probablemente permanecerá acoplada allí hasta agosto.

Si cumple su misión, los estadounidenses ya no dependerán de los rusos para llegar al espacio. Desde 2011, los Soyuz son los únicos vehículos espaciales que hacen este recorrido. Y las rutas desde Florida volverán a la normalidad, con cuatro astronautas a bordo.