El presidente venezolano, Nicolás Maduro , apareció por sorpresa en televisión para lanzar la tradicional Operación Remate y empujar así a los votantes que acudan a los centros electorales usando los recursos del Estado.

 

"Le hago un llamado a todo el pueblo venezolano a salir a votar. Vamos a facilitar al pueblo el transporte para ir a votar. Mientras más votos, más paz", enfatizó el presidente sin rubor.

 

Toda una novedad, ya que hasta ahora el chavismo sí usaba todo tipo de vehículos para trasladar a sus votantes más remolones hasta la urna, pero jamás lo había anunciado públicamente su líder.

 

Cuando solo faltaban cuatro horas para cerrar las mesas electorales, los datos desde dentro del Consejo Nacional Electoral apoyaban la tesis de la fuerza abstencionista. Según se pudo saber, solo habían votado 4 millones de personas, casi el 20% del padrón electoral.

 

El nerviosismo se hacía sentir en las filas del chavismo, con sus dirigentes apretando a cargos medios para que movilizasen a sus seguidores al precio que fuese. Los regaños iban y venían contra los coordinadores. 

 

El diputado opositor José Manuel Olivares también manejaba un bajo índice de votación, según anunció a los medios de comunicación. La oposición no dudó en calificar como "fraude en curso" la jornada electoral en Venezuela, en la que proliferaron imágenes parecidas a las ya vistas el año pasado durante los comicios para elegir a los delegados de la Asamblea Nacional Constituyente. Centros electorales vacíos por todos lados, aunque a la postre los datos aportados por el oficialismo elevaron la cifra de votantes hasta los 8 millones. Tres días más tarde Smartmatic, empresa totalizadora de los votos, denunció al mundo que el escrutinio se había hinchado con al menos un millón de votos.

 

El presidente ha llegado a su gran cita electoral con un traje ensanchado a su medida, necesitado como nunca del invento que más réditos le ha dado durante su administración: el carnet de la Patria. Mientras en la mayoría de los centros electorales de Caracas se respiraba una apatía inusual en los venezolanos, en una evidente apuesta por la abstención, en zonas populares con raigambre chavista la principal cola no era ante las urnas.

 

En los llamados puntos rojos, toldos estratégicamente situados en las cercanías de las centros de votación con varios militantes de la causa chavista, se escaneaban los carnets de la Patria una vez cumplida la misión del voto, incluso antes de hacerlo.

 

El propio Maduro ha prometido un premio para los votantes y desde hacía días el rumor en Caracas es que quien lo haga recibirá 10 millones de bolívares, una suma que supera con creces el millón y medio regalado por el gobierno durante el Día de la Madre. Casi cuatro salarios mínimos, que da para tres kilos de carne.

 

Denuncias

"Aquí no se puede seguir comprando votos, jugando con la dignidad de la gente. No se puede permitir que el gobierno utilice la plataforma tecnológica para usar dádivas y regalías de hasta 10 millones. Un chantaje a quienes pretenden comprar la dignidad con el carnet", protestó el candidato opositor disidente Henri Falcón, apesadumbrado también por la masiva abstención en zonas tradicionalmente opositoras.

 

Lo mismo denunció el candidato evangélico Javier Bertucci: "Tenemos más de 380 denuncias de puntos rojos, están en casi todos los centros de votación. No hay libertad para que los electores ejerzan sus derechos, esto no es un ejercicio democrático. Difícilmente se puede reconocer el resultado de una elección cuyo acuerdo e garantías no fue respetado".

 

"Hoy somos testigos del mayor control político para que la gente vaya a votar. Los pocos que acuden van extorsionados", disparó por su parte Nicmer Evans, chavista disidente cercana a la fiscal rebelde Luisa Ortega.

 

Por una vez, el exgobernador de Lara y el evangélico Bertucci, la gran sorpresa electoral gracias a su reparto de sopas, coincidieron con el Frente Amplio Venezuela Libre, que agrupa a la Unidad Democrática, la Iglesia Católica, chavistas disidentes, el Movimiento Estudiantil y grupos civiles y sindicales. "El venezolano decidió no convalidar la farsa electoral. Los centros de votación están vacíos", señalaron sus dirigentes.