
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha sido muy criticado en su país y en el extranjero por estrechar la mano de la madre de Joaquín "El Chapo” Guzmán, uno de los narcotraficantes más sangrientos del mundo. Pero no me sorprendería que López Obrador esté bastante contento con todas las críticas que está recibiendo. Al igual que el presidente Trump, López Obrador es un maestro de la desviación. Constantemente crea escándalos artificiales para desviar la atención de las cosas de las que no quiere que su país hable. Y en estos días, hay muchas cosas de las que López Obrador no quiere que los mexicanos hablen.
Primero, poco antes de su apretón de manos con María Consuelo Loera, AMLO se había convertido en un niño mundial del liderazgo irresponsable ante la crisis del coronavirus. Tan tarde como a mediados de marzo, meses después del brote del virus en China, Italia, España y Estados Unidos, López Obrador estaba minimizando la pandemia. Siguió organizando manifestaciones masivas en todo el país y estrechándole la mano a cientos de personas, en contra de las recomendaciones de todos los expertos para mantener la distancia social.
"Una encuesta reciente del diario mexicano Reforma muestra que el índice de aprobación de López Obrador cayó del 78% a principios del año pasado al 59% en la actualidad.”
Lo que es peor, había pedido a los mexicanos que se abrazaran y fueran a los restaurantes a cenar. Incluso publicó un video en su cuenta de Twitter besando, y mordiendo en broma, a una niña en la mejilla, antes de comenzar a admitir la gravedad del virus a fines de marzo.
En segundo lugar, la economía de México, que se había detenido incluso antes de la pandemia de coronavirus, está cayendo a un ritmo más rápido de lo que muchos esperaban. Con los precios del petróleo cayendo en picado, el turismo llegando a su fin, las exportaciones colapsándose debido a la recesión de EEUU. Y la fuga de capitales aumentando debido a la incapacidad de López Obrador de comprender que México no puede crecer sin inversiones privadas, los economistas ahora proyectan una tasa de crecimiento negativa este año.
Tercero, las tasas de homicidios, una de las principales preocupaciones de los mexicanos antes del estallido de la pandemia, han aumentado a niveles récord. Si bien los homicidios disminuyeron ligeramente durante los primeros dos meses de 2020, alcanzaron un récord de 20 años de 34,582 en 2019, según las estadísticas oficiales.
Cuarto, y quizás lo más importante para él, las tasas de popularidad de López Obrador, que alguna vez fueron altísimas, están comenzando a caer.
Si López Obrador no planeó que su apretón de manos con la madre de El Chapo se grabara y se volviera viral en las redes sociales, debe estar dando la bienvenida al debate nacional que desencadenó.
En cierto modo este escándalo no es diferente al tweet de Trump del 22 de marzo que se jacta de sus calificaciones televisivas "récord” durante sus sesiones informativas diarias de coronavirus, en un momento en que un número creciente de estadounidenses moría.
La conclusión es que todos debemos tener cuidado con los líderes que, como los magos, distraen constantemente nuestra atención con nuevos escándalos para eclipsar los mucho más importantes.
