Para el juez Martín Heredia Zaldo, la autoría del
changarín quedó probada.

 

Nueve años duró la convivencia entre Gustavo Ramón Guiñazú (47) y la joven con la que tuvo cuatro hijos (ella tenía otro más de otra relación). Y en todo ese tiempo las cosas no marcharon muy bien, al punto de que los celos de él entorpecieron el vínculo y ella sufría violencia. Pero nada parecido a lo que ocurriría el pasado 21 de octubre en la casa que ambos compartían en el barrio El Chañar, Chimbas. Dos días antes, la mujer fue echada a los empujones tras un enésimo altercado y partió a la casa de su mamá en Santa Lucía. Al día siguiente recibió un llamado en el que Guiñazú le comentó que se sentía solo, que su mamá había muerto y prometía cambiar las cosas; hasta le dijo que se iría a alquilar a otro lado para que ella se quede en la casa con los niños.

Pero el 21, cuando la mujer regresó, protagonizó un hecho sin precedentes de agresión: comenzó a atacarla a golpes cuando ella puso en duda que su mamá hubiese muerto. Y sin importarle que estuvieran los chicos, intentó ahorcarla con una soga mientras la insultaba, la atacó a trompadas e incluso golpeó su cabeza contra la pared. Todo con la puerta de rejas atada con una cadena y asegurada con un gran candado.

Tal fue el escándalo que se armó, que en un momento apareció un vecino a pedirle que por lo menos le dejara llevarse los niños. Guiñazú accedió, pero volvió a cerrar con candado y, cuchillo en mano, volvió a amenazar a su mujer mientras le exigía que se desnude.

Instantes después la sometió sexualmente, pero para entonces la Policía ya tomaba cartas en el asunto. Hasta un grupo del Geras, con negociadores incluidos, fueron necesarios para intentar bajar el nivel de agresividad y el vaivén emocional de Guiñazú, quien variaba entre tratar de prostituta e infiel a su mujer, a decir que la amaba y no podía vivir sin ella.

Fue hasta que en un descuido, un grupo táctico tomó por asalto la casa, rescató a la mujer y lo apresó. Hasta ese momento, casi las 17, la víctima había sido sometida cinco horas, pues empezó a ser agredida casi al mediodía.

Ante el juez Martín Heredia Zaldo (Cuarto Juzgado de Instrucción), Guiñazú no dio su versión. Igual, el magistrado entendió que por la “abundante” prueba, cabía procesarlo y dejarlo preso por cuatro delitos: lesiones leves agravadas por violencia de género, amenazas con coacción, privación ilegítima de la libertad agravada y abuso sexual con acceso carnal. Al cabo de un juicio, puede recibir un duro castigo.