Señor director:
La persona que padece de presión arterial alta y al mismo tiempo es fumador, aumenta el riesgo de morir por enfermedad coronaria a más del doble. Este informe se presentó ante el Foro Nacional para el Tratamiento del Tabaquismo en consultorios médicos reunidos en Chicago en el año 1968. Estudios realizados por los doctores Hines y Roth, de la Clínica Mayo, de Estados Unidos y confirmados por trabajos recientes, establecen que el tabaco eleva la presión arterial desde el momento en que la persona fuma su primer cigarrillo y debido a que la acción que la nicotina ejerce sobre las glándulas suprarrenales, que descargan adrenalina, la presión arterial máxima o sistólica aumenta quince milímetros (un punto y medio), por ejemplo de 140 mm, o sea de 14 a 15 y medio. Otro punto muy importante es el efecto producido por el tabaco sobre la circulación del propio corazón. Sabemos que el corazón está irrigado por arterias coronarias. La enfermedad más común de estas arterias es la arterioesclerosis, que consiste en el depósito de grasa en la pared interna, con ulterior depósito de calcio y endurecimiento de dicha pared. Lógicamente se produce una disminución de la luz o calibre; hay por lo tanto menor pasaje de sangre y, por ello, la irrigación del corazón es insuficiente. Ante un esfuerzo de cierta consideración que realice, la falta de oxígeno en el músculo cardíaco, hace que aparezca dolor en el pecho; a esto se le llama angina de pecho o angor. Si el proceso de obstrucción sigue progresando, la arteria coronaria se tapa, y la circulación en ese sector se interrumpe totalmente. como consecuencia, muere el tejido muscular; esto es el denominado infarto de miocardio.
Dr Francisco Lázzaro
Médico – MP 1760